viernes, 21 de febrero de 2014

Sopa de calabaza. Helen Cooper.


       ¿No os pasa, a veces, que veis un dibujo y os quedáis perdida e irremediablemente enamorados de él? Eso es lo que me pasó a mí cuando vi la portada de este libro. Más tarde, cuando conocí la historia que se escondía tras ella, ya solo pude incluirla en mi lista de favoritos y recomendarlo allá dónde iba.

         Un pato, una ardilla y un gato viven juntos en una cabaña del boque. Tienen una convivencia agradable y divertida y todas las noches preparan juntos una deliciosa sopa de calabaza. Cada uno tiene su tarea: el gato corta los trocitos de calabaza, el pato echa la sal y la ardilla remueve. Pero, un día, el pato piensa que quiere probar algo nuevo, ¿por qué no puede remover él la sopa? Seguro que no se imagina el lío que se va armar a causa de esta idea genial.


         Debo reconocer que Helen Cooper es una escritora que me gusta muchísimo y es así, no solo porque sus cuentos sean divertidos y muy fáciles de leer, además, trata una serie de temas importantes en la vida de los niños de manera muy natural y sencilla, dejando siempre que el lector se identifique con los sentimientos de los personajes y mostrando un claro respeto ante esas sensaciones que tienen los niños y a las que, de vez en cuando, restamos importancia cuando nos hacemos mayores.

         En este caso, un pato, una ardilla y un gato nos van a hablar de muchas cosas en un cuentito no muy largo. La convivencia y la cooperación son, seguramente, el eje central la historia. Todas y cada una de las labores que hacen los personajes son importantes para que su hogar funcione, ninguna es más importante, ni menos, que las demás, aunque pueda parecerlo.

 

         También nos encontramos con el proceso que todos vivimos cuando peleamos con alguien a quien queremos, el enfado y el orgullo dan paso a la pena, la culpabilidad por haber hecho daño y el miedo a perder a ese compañero. Ya no importa quién tenga la culpa, seguramente un poquito cada uno, ahora quisiéramos volver atrás y no darle tanta importancia a lo que no la tenía, ¿qué más da si el pato remueve la sopa? ¿Qué más da si no lo hace tan bien como la ardilla?

         Por otro lado, a mí me gusta el hecho de que se plantee la posibilidad de hacer cambios, aunque cada uno tenga su labor, aunque cada uno sea el mejor en lo suyo, podemos aprender y enseñar otras cosas, ¡eso nos enriquece a todos! Y no es tan grave que, por una o dos noches, la sopa salga un poco diferente, igual estos cambios producen innovaciones que la mejoran. A veces nos olvidamos de que la flexibilidad es tan importante como la organización para que todo fluya.



         Finalmente, estos tres amigos nos muestran la importancia de perdonar y de pedir perdón. No pasa nada si nos equivocamos, y tampoco pasa nada si los demás se equivocan, todos cometemos errores y debemos asumir que es así, tanto para nosotros como para los demás.

         Y para contarnos esta historia de cariño, amistad y convivencia la autora se apoya en unas ilustraciones que llenan todo el libro y que nos envuelven completamente. Unos dibujos tiernos y agradables, llenos de color, a la vez que tremendamente expresivos, que subrayan cada sensación y cada sentimiento que llenan sus páginas.
 



         Ya veis que, para mí, este cuento es una pequeña joyita. He tardado en enseñároslo pero os aseguro que lo he regalado y recomendado miles de veces. ¿Os apetece una sopa de calabaza?

 

miércoles, 29 de enero de 2014

El ladrón del rayo (novela gráfica). Rick Riordan.


        Ya hemos comentado alguna vez la importancia que tienen los comics en el mundo de los lectores. Para muchos, muchos, de nosotros fueron una puerta hacia las lecturas más densas avanzadas y nos animaron a perder el miedo a los libros gordos.

         Por eso, y porque me ha parecido un libro genial, hoy quiero mostraros la novela gráfica (el comic, dicho de otro modo), de una historia que muchos podréis conocer del cine pero que se basa en un libro de aventuras interesante y entretenido.
 
 

         El ladrón del rayo es la primera entrega de una saga: Percy Jackson y los dioses del Olimpo y podemos encontrarla tanto en novela gráfica como en libro de texto normal. Ambas ediciones valen la pena y son muy entretenidas pero yo os quería mostrar hoy, justo el comic por ser más ágil y ligera y porque me ha sorprendido muy gratamente la adaptación hecha por Robert Venditti y Attila Futaki.

         Cuando empezamos a leer encontramos a Percy Jackson terminando sexto curso en el sexto colegio al que ha asistido en seis años. Y es que Percy no acaba de adaptarse a ningún lado y tiene algún que otro problemilla para superar sus asignaturas.



         Por si esto fuera poco, comenzarán a pasarle cosas extrañas y, cuando por fin lleguen las ansiadas vacaciones junto a su madre, todo se complicará aún más, porque el pasado de nuestro protagonista no es exactamente como él creía y, por supuesto, su futuro no tendrá nada que ver con lo que se había imaginado. ¿Os imagináis un campamento donde los hijos de los dioses y los humanos convivan y se preparen para cualquier batalla? Pues justo allí tendrá que ir Percy Jackson, ¿le acompañáis?

         No tenía muy claro qué me iba a encontrar cuando empecé a leer esta aventura. Si os digo la verdad, las adaptaciones me suelen causar cierta reserva porque ya hay una historia original y jugar con ella puede traer estupendos o desastrosos resultados. En este caso, yo creo que ha sido lo primero.

         A mi parecer, por lo menos, el libro engancha desde la primera página y se lee rápida y fácilmente por el ritmo vertiginoso que tiene y porque las ilustraciones acompañan en todo momento al texto, ayudándole a formar un conjunto compacto y bien formado que nos lleva de la mano hasta el final.


         Cuando de un mismo título encontramos varias ediciones diferentes, a veces, no sabemos por cuál decantarnos. Bien, yo creo que eso depende de los gustos de cada uno pero os diré que, en esta ocasión, la novela gráfica bien vale la pena y es ideal, no solo para entretenernos y hacernos pasar un buen rato, sino también para acercarnos a la Grecia Clásica y enseñarnos un poco más sobre ella.

         Si andáis pensando en libros para lectores a partir de 10 años este puede ser uno de ellos. Yo lo he pasado muy bien leyéndolo, espero que a vosotros os ocurra lo mismo.

        

jueves, 12 de diciembre de 2013

Humildes consejos y cavilaciones de una lectora voraz


¿Leer lo que sea pero leer?

         Estos días está habiendo mucho revuelo por un libro que ha publicado una popular presentadora de televisión. Han surgido opiniones de todos los gustos y yo he leído varios artículos sobre el tema. En uno de ellos se hacía el comentario que da título a la cavilación de hoy y se planteaba si, con tal de leer, era indiferente la calidad de lo que se leyera.

         Esta reflexión me llevó a acordarme de una mamá que, en mis tiempos de librera, me preguntó qué hacer para que su niño leyera. Yo la animé a descubrir los gustos del pequeño y a dejarle investigar y elegir. Después de pensar un poco ella me dijo: “vamos, que me llevo lo que sea con tal de que conseguirlo”.

         Me quedé bastante desconcertada y pasé un rato largo dándole vueltas a si yo me había explicado fatal o la señora había entendido lo que había querido, seguramente un poco de cada.


         El caso es que, entre la reflexión del artículo y mi recuerdo he estado dándole vueltas al asunto, ¿leer lo que sea pero leer? En mi humilde opinión, no, rotundamente no y mucho menos si hablamos de niños.

         Pero ojo, esto no quiere decir que me parezca mal que unos y otros lean lo que más les guste, evidentemente. Me explico.

         El mundo del libro está, ya os lo imaginaréis, lleno de intelectuales, de puristas y de críticos que defienden que, si vas a leer “basura”, mejor no leas. Yo no comparto esa idea, primero, porque me parece muy pretencioso alzarse con el cetro de la sabiduría absoluta y decidir que puedes tachar un texto de “basura” por tu cara bonita (por muchos estudios que tengas a tus espaldas). Segundo porque, como sabéis, soy una firme defensora del sentido lúdico de la lectura y tercero porque oye, para gustos colores y cada uno lee lo que le da la real gana y no tiene por qué sentirse mejor o peor por eso.

         Dicho esto, tampoco estoy de acuerdo con que me vendan la moto de cualquier best seller de turno. Suelo leer de todo y disfruto con muchos tipos de literatura. Me gusta que haya textos que me cueste comprender o que me obliguen, por lo elaborado de los mismos, a saborear cada palabra, pero también me encanta cuando me sumerjo en un relato de esos que se leen en un rato y que me hacen reír o pasarlo pipa a pesar de repetir para mí misma varias veces, “pero qué malísimo es”. Creo que si un libro te hace disfrutar ya tiene valor. Eso sí, no me vengas a contar que porque lees  en verano el libro que está por todas partes o las biografías de turno que te firma el supuesto autor ya eres un gran lector. No señor, lo siento, un lector es mucho más que esto y, aunque cueste definir los límites, la buena y mala literatura existe.


         Si nos vamos al terreno de los más pequeños la cosa es aún más significativa.

         Sabéis que siempre digo que hay que dejar que los niños descubran sus gustos lectores, que es muy bueno que elijan y que, aunque a veces nosotros no le veamos el chiste, hay que respetar que quieran este o aquel libro.

         Hasta ahí todo bien pero, ¿quiere eso decir que, con tal de que lean, les animamos a leer cualquier cosa? Yo creo que no. Un niño está creciendo, se está formando y debemos ayudarles a hacerlo de la manera más sana pasible. Sabéis que no soy nada partidaria de prohibir lecturas pero eso no quiere decir que no miremos, ni un poquito, que es lo que nuestro pequeño se lleva a la cama cuando lee por las noches, antes de dormir.

         Creo que las palabras y la literatura tienen mucho más poder del que, a veces, les otorgamos. Poder para hacernos sentir bien, poder para enseñarnos cosas, para abrirnos horizontes y también, claro, poder para hacer mucho daño.

         Como adultos, decidimos arriesgarnos a leer libros que quizá no sean lo más adecuado para nosotros, buenos o malos a nivel literario, cargados de ideas y valores de esta u otra índole, solemos ser conscientes de donde nos metemos. Además, ya estamos formados, se supone que ya tenemos una madurez, unas herramientas para enfrentar el mundo y una capacidad de filtrar (y a una mala, si no somos capaces, dejamos el libro y listo). Los niños aún están creando todo esto y es por eso que debemos ayudarles a seleccionar, leer con ellos si pensamos que una historia les puede confundir o impresionar y ayudarles a entender lo que se les escape. No es justo que, porque lo mayores queremos que sean lectores, les dejemos enfrentarse a un mundo tan amplio y variado como el real sin llevarles de la mano si lo necesitan o sin hacerles sentir que, en este camino, también cuentan con nosotros.


         Personalmente, a nivel de adultos, no leo lo que sea con tal de leer, hay libros que no me gustan, promociones que, opino, se ríen de nosotros,  escritores, o supuestos escritores, que no respetan ni valoran en absoluto a la literatura o a los lectores. Pero esa es mi opinión y es muy subjetiva, no creo que yo sea quien para juzgar a nadie por lo que lee.         

         A nivel infantil, sé que hay los mismos tejemanejes y las mismas promociones y que, a veces, los adultos, pecamos de ansiosos en lo que al afán lector de los niños se refiere. En este aspecto, sí creo que debemos ser muy cuidadosos. Que no nos engañen los colores bonitos porque los jóvenes lectores merecen mucho más que eso.

         Y si no tienen que ser lectores porque ese no es su camino, ¡no pasa nada! No recurramos a lo que sea para forzar algo que debe llegar con alegría y con facilidad.

jueves, 5 de diciembre de 2013

La increíble historia de… la abuela gánster. David Walliams


        Hace poco comentaba en el blog de lecturas de adultos que no suelen regalarme libros porque, en general, cuando uno lee mucho, es difícil hacerlo. Pero, de vez en cuando, algún intrépido se anima  y nos rellena la estantería de casa con un poco más de color. El libro que os traigo hoy fue un regalo de mi tía Ajo y debo decir que estaba deseando conocer a este escritor.

         Había leído en críticas y blogs que David Walliams era considerado el nuevo Roald Dahl de la literatura inglesa infantil y que sus libros tenían la misma frescura y humor que los del creador de la pequeña Matilda así que, ya os imaginaréis que, como mínimo, me picaba la curiosidad.

         No me gusta que se hable de escritores en estos términos y que se les compare como si pudieran ser copias. No habrá otro Roald Dahl, nunca jamás, pero tampoco habrá otro David Walliams. Cada escritor tiene sus cosas, buenas y malas, y usar los nombres de otros como reclamo no hace más que crear expectativas y, a veces, decepción. Además, si se compara con escritores que se han hecho un hueco por derecho en la historia de la literatura, ¡cuidado!, es muy probable que perjudiquemos al nuevo autor que se quiere encumbrar y que, sin él pretenderlo, se le haga aparecer como alguien pretencioso, ¡compararse con el mismísimo Roald Dahl!


         Dicho esto y, aclarando que entre estos dos escritores va un mundo, sí puedo entender la semejanza que ven algunos, aunque no las comparto. Si bien es cierto que La increíble historia de… la abuela gánster es un libro fresco, lleno de humor, algo gamberro y bastante irreverente no comparte del todo la profundidad, la crítica y la carga social de los escritos por Dahl. Sí es cierto que Walliams es lector y admirador del mismo y que, además, ganó el premio que lleva su nombre, sí es cierto, también, que se nota cierta influencia y desde luego, admiración pero, no nos equivoquemos ni les quitemos mérito a ninguno de los dos, David Walliams tiene mucho que contarnos y decirnos y no merece hacerlo a la sombra de ningún gran escritor.

         Y después de esta perorata que os he soltado y sin querer entrar a hacer un estudio de las diferencias entre uno y otro ni de por qué esta comparación me parece superficial y fácil, os cuento más del libro.

         Ben, un niño de once años que sueña con ser fontanero, odia que, todos los viernes, sus padres le dejen en casa de la abuela para irse a ver su programa favorito en directo. Las noches en casa de la abuela son, a juicio de Ben, horribles y aburridas, y es que la abuela solo come sopa de repollo, huele a repollo, se tira pedos y siempre quiere jugar al scrabble. Ya veis qué plan.


         Lo que Ben no sabe es que la abuela tiene un secreto muy grande y que gracias a esas soporíferas noches él vivirá la aventura más emocionante de su vida.

         No os voy a engañar, cuando empecé a leer, esta historia no me pareció para tanto. Ben era un niño malcriado, con unos padres insufribles y que, además, no trataban nada bien a la abuela. Por otro, la abuela aparece descrita con un poco de crueldad y tanto pedo con olor a repollo a mí me revolvió un ligeramente el estómago.

         Pero cuando leo un libro infantil o juvenil no me gusta quedarme con mi punto de vista de persona adulta y reconocí que, si bien a mí me resultaba un poco exagerado, todo este rollo escatológico me habría encantado con 8 años y me habría hecho reír muchísimo.

         Pasada esta primera impresión y una vez que me metí en la trama fui descubriendo que Ben es mucho más de lo que parece y que solo necesitaba un empujoncito para ver a su abuela como era realmente. Mi opinión de los padres mejoró un poco cuando finalicé la lectura, pero no demasiado.


         También descubrí que, página tras página, mi expresión había adquirido  una sonrisa burlona y que esta no me iba a abandonar ya hasta que cerrara el libro, lo estaba pasando muy bien leyendo. Y finalmente, me sorprendí echando alguna lagrimilla y descubriéndome realmente encariñada con los dos personajes principales de esta aventura, Ben y su abuela.

         Este es un libro de esos que nos hace cambiar la sensación a medida que vamos leyendo y que nos engaña al principio. Creíamos que sería de una manera y luego le vamos encontrando mensajes y guiños que nos sorprenden.

         Con un humor muy especial y como ya he dicho, un poquito de gamberrismo entre letras, este autor inglés utiliza las aventuras, las situaciones absurdas y el disparate para darnos su opinión sobre algunos temas que, creo, a veces dejamos un poco olvidados.

         Tiene un ritmo ágil, un lenguaje ligero y está acompañado por unas ilustraciones expresivas y sencillas a la par que lo hacen muy recomendable, sobre todo, para leer en compañía y comentar.

         Para mí ha sido un descubrimiento, he disfrutado leyendo, he aprendido y me ha obligado a hacer examen de conciencia.  

         Pero no nos equivoquemos, David Walliams no es el nuevo Roald Dahl, ni falta que le hace.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Fairy Oak. Elisabetta Gnone.


         Hace poco una madre me pedía recomendaciones para su niña, tremendamente lectora y con la que empezaba quedarse sin ideas y yo, claro, recurrí a mi lista de favoritos y de “lecturas que gustan a casi todos”. La trilogía de Fairy Oak, entra en las dos categorías.

         Leí estos libros hace tiempo y, durante mis años de librera, nunca faltaron en las estanterías de la sección infantil. No duraban demasiado allí, enseguida se marchaban acompañando a algún lector intrépido, pero enseguida eran repuestos. En aquel momento eran bastante conocidos y desde luego, tenían motivos más que suficientes para serlo.

 

         Hace dos o tres años, la editorial que los publicaba se vio zarandeada por los tiempos complicados que vive el mundo del libro y esta historia fantástica quedó un poco relegada al olvido.

         No me gusta que pasen estas cosas, me da mucha pena que libros que valen la pena desaparezcan y dejen de estar al alcance de todos y supongo que por eso nunca os he hablado de las gemelas Pervinca y Vainilla, ¿para qué intrigaros si no ibais a poder conocerlas? Mal hecho por mi parte, debí hablaros de ellas hace mucho.


         Hoy, con una mezcla de alegría y coraje me he enterado de que la editorial que compró los derechos de los libros que siguieron a la trilogía (y que para mi gusto no son tan buenos) se ha hecho también con los de los tres primeros y los ha reeditado. En fin, aunque sea por medio de esta, ¡ya podréis leerlos! Y como hacía tiempo que me rondaba por la cabeza esta entrada (ya sabemos que internet es capaz de encontrarnos casi cualquier libro) no he podido retrasarla más.

         Al pueblo de Fairy Oak llega, nerviosa y emocionada, un hadita joven dispuesta a enfrentar su primer trabajo. Sifelizserédecirosloquerré (Felí para los amigos), nuestra hadita, va a ser, nada más y nada menos, que la niñera de las sobrinas de Lala Tomelilla, una gran bruja, que están a punto de nacer.

         Ella, será la encargada de contarnos esta historia en la que vamos a conocer a unas gemelas valientes, que darán sorpresas a su familia desde el primer momento y en la que no van a faltar la acción, la magia, el peligro, el humor, un malo, malísimo…


         Y diréis, ¿por qué es diferente a tantos otros? Supongo que los pequeños detalles son lo que hacen que un libro, con una temática parecida a los demás, nos resulte especial.

         Para empezar, los libros son como diarios de Felí y están llenos de etiquetas, ilustraciones llamativas y comentarios haciéndolos, de este modo, muy atractivos y dejando que los dibujos, muy cuidados, un poco barrocos y llenos de detalles, acompañen al texto y formen con él un conjunto irresistible.

         Por otro lado, el relato mantiene continuamente un buen ritmo, está lleno de misterios y los compagina a la perfección con escenas cotidianas que nos ayudan a conocer mejor a los personajes. Estos, por su parte, llenan la historia de anécdotas, sentimiento y humor.


         No voy a negar que todo sea un poco cursi a primera vista pero, adentrándonos un poco en la historia, enseguida nos quedamos enganchados a una historia donde nada es lo que parece y que nos atrapa casi desde el primer momento. Los vestidos vaporosos de los dibujos quedan contrarrestados por las aventuras y el carácter de los personajes y nos vemos en un entorno encantador pero acechados por un peligro muy oscuro.

         Toda la trilogía gira en torno a la dicotomía de la luz y la oscuridad, ¿es necesario que estén enfrentadas? ¿Pueden convivir y complementarse? En este caso, todo es aún más complejo y poco a poco iremos descubriendo la importancia de las cosas importantes, valga la redundancia, y la fuerza de las mismas, aunque a veces nos parezcan muy pequeñitas.


         Estos, para mí, son unos libros llenos de mensajes perfectamente escondidos en una historia trepidante, arrolladora, divertida y cautivadora.

         Disfruté muchísimo leyéndolos y conociendo el acogedor pueblo de Fairy Oak y sé que, muchos pequeños lectores también lo han pasado pipa con ellos por eso y porque no hay muchos libros de este tipo, os animo a que viajéis hasta le valle de Verdellano y conozcáis a todos sus habitantes; buenos, malos y regulares tienen mucho que contaros.

        Aquí os dejo un enlace interesante por si queréis saber un poco más.

 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Humildes consejos y cavilaciones de una lectora voraz.


Por qué lo bueno de leer es difícil de explicar.

         Ya hemos hablado varias veces de por qué es bueno leer, ya hemos hablado de lo importante que es la lectura, de lo especial que es para los lectores empedernidos y de todas las ventajas que tiene para nosotros. Ya hemos comentado, en infinidad de ocasiones lo que opinan los pedagogos y los beneficios objetivos y científicos que nos reporta el sumergirnos en un libro pero, aunque parezca mentira, yo siempre tengo la sensación de que nos queda mucho por decir.

         Y es que, por más que trate de explicarlo, parece que no llego a hacerlo bien.

         No sé si habéis visto la serie The Big Bang Theory (si no lo habéis hecho, os la recomiendo muy mucho) ni si conocéis al genial y excéntrico doctor Sheldon Cooper pero, precisamente, fue un comentario suyo el que, hace poco, me hizo plantearme esta entrada que hoy os traigo. Sheldon, que es un científico importante y que posee una inteligencia muy por encima de la media pero que es incapaz de relacionarse con su entorno más cercano y con la gente como lo hacemos los demás,  ponía en duda varios Premios Nobel, entre ellos el de literatura. Cuando yo oí el comentario resoplé y Jaime, que sabe que estas cosas me enervan, se río y me comentó: “es que es complicado de explicar, objetivamente hablando, ¿qué merito tiene un Premio Nobel de literatura?”. Y tenía razón, objetivamente hablando, en un mundo y una sociedad tremendamente materialista, es muy complicado explicar el mérito de un libro que hace que tiembles hasta la entrañas.


         Entendemos perfectamente, y desde luego aplaudimos, el descubrimiento de una vacuna contra una de tantas enfermedades que hoy causan dolor, entendemos perfectamente el mérito de lanzar cohetes tripulados (por personas, si es por animales, me parece muy mal) al espacio, entendemos el mérito de conseguir que, poco a poco, la humanidad respete cada vez más derechos humanos (que ya nos vale, esto no debería ser un premio, no debería ser un mérito, debería ser una realidad inamovible) pero, ¿cómo explicamos el mérito de un buen libro? ¿Cómo justificamos que la aportación de un escritor a la sociedad y a la literatura es importante? A ver si me podéis ayudar.

         Y es que, el problema, creo yo, es que hoy en día los sentimientos y la salud y el crecimiento de los mismos no ocupan el lugar que deberían.


         Un libro, un buen libro, puede hacer mucho, muchísimo más que entretener. Un buen libro puede luchar contra las injusticias y denunciar situaciones escandalosas, puede devolver la esperanza a quien la creía perdida, puede abrirnos la puerta a lugares y sensaciones. Un libro, una historia en general, indigna, hace reír, hace llorar e, incluso,  hace que cambiemos nuestra perspectiva de algunas cosas. Nos puede ayudar a rectificar (que es de sabios) o a reafirmarnos en una opinión, nos da otros puntos de vista, nos ayuda a entender a otras personas, costumbres y culturas (o a no entenderlas nada de nada y definitivamente), nos ayuda a conocer más y mejor.

         La literatura, la música, el cine… no nos dan nada material y lo que nos dan, aparentemente, no es necesario para sobrevivir. Supongo que ahí está el problema y el error porque una vacuna, un lanzamiento espacial, el famoso bosón de Higgs (que yo no he conseguido entender de qué va pero intuyo que es muy importante) nos dan calidad de vida, son luchas e investigaciones por el bienestar del ser humano, del plantea, de los seres vivos… ¿no nos dan calidad de vida los libros? ¿No nos ayudan a hacer nuestro día a día más completo? No podemos hablar, creo, de sus beneficios objetivos pero sí sabemos que el mundo sin música sería muy triste, ¿no? Pues el mundo sin cuentos perdería algo fundamental e innato en el ser humano, la necesidad de contar y escuchar historias.


         Ya veis, los libros alimentan el alma, ayudan a curar, a crecer y a vivir por dentro. No lo vemos, no lo podemos explicar del todo pero son fundamentales para que las personas estén enteras.

         Me imagino que el problema es que a todo eso que no vemos, a nuestro interior, no le damos toda la importancia que merece y por eso puede haber quién piense que la literatura nunca aportará a la sociedad lo mismo que la medicina. Yo creo que ser feliz es uno de los objetivos de casi todas las personas y que a veces, a pesar de tenerlo todo, no la encontramos, eso, seguramente, es porque no nos enseñaron a valorar lo importante, porque no pudimos crecer por dentro porque nadie se dio cuenta de que el alma también necesita hacerse grande y de que las cosas que la hacen grande no se pueden ver, ni tocar y en un primer momento, pueden parecer hasta insignificantes.

         Sé que siempre habrá quien no me entienda pero yo sé que, gracias a los libros soy capaz de ver, entender y sentir cosas que, de otro modo, no habrían llegado a mí.

martes, 29 de octubre de 2013

La maldición del castillo desencantado. Miguel Ángel Villar Pinto / Rafael Jiménez Chacón.


         Pues un año más, ya tenemos aquí Halloween y claro, teníamos que hablar, por lo menos, de un libro de brujas, vampiros o fantasmas.

         El que traigo hoy lo descubrí hace poco y la verdad es que me hizo gracia.

         ¿Os imagináis un mago que quiere ser caballero y va por ahí encantando y desencantando a su antojo pensando que realiza grandes hazañas? Pues con uno así tienen el gusto, o el disgusto, de encontrarse los protagonistas de nuestra historia, tres fantasmas muy peculiares que, de repente,  se verán en la calle y sin poder entrar en su querido castillo encantado. Entre los tres tendrán que encontrar la manera de resolver el problema, lo malo es que será un poquito más complicado de lo que esperaban.


         Me gustan mucho las historias de fantasmas (me refiero a fantasmas con sábana) y esta, claro, no iba a ser una excepción. Entre otras cosas porque estos fantasmas son muy divertidos y sufren maldiciones de lo más curiosas.

         Por otro lado esta es una historia muy entretenida, llena de personajes interesantes y variopintos, aventuras disparatadas y mucho humor. Es cierto que el final me ha parecido un poco abrupto pero, en general, he disfrutado mucho de esta historia y lo he pasado muy bien leyéndola.

         Sobre las ilustraciones, arrolladoras y coloridas, tengo que decir que, si bien el mago es un poco feote, complementan a la perfección el relato y su espíritu.


         Recomendado para niños a partir de 7 años este es un libro ideal para leer con ellos y hablar de valores como el trabajo en equipo, la cooperación o la dificultad de ver lo mejor y lo peor de nosotros mismos.

         Seamos realistas, no es un cuento aterrador pero Halloween tiene mucha caras y a mí me gusta la más simpática J.

         Esta entrada y la siguiente están programadas, estaremos unos días fuera, ¡nos vemos a la vuelta!

 

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