Los comics.
El otro día
comentábamos la importancia de leer y dejar leer en el formato y de la manera
que a uno más le guste. Hoy quiero romper una lanza por uno de esos formatos
poco valorados y de los que se dice “eso no es un leer”: El comic.
Como lectora
empedernida que soy creo que he probado géneros y formatos de muchos tipos, de
todos los posibles porque me gusta saber de cada uno. Como es natural, no todos
me han gustado y no sigo siendo lectora empedernida de los mismos. El comic es
uno de los que entraron a formar parte de mi mochila lectora siendo niña y que,
a día de hoy, aún descansa en ella.
Hace poco un
amigo me recomendaba la película de Iron Man y me comentaba que le gustaba
mucho el súper héroe. Yo le dije que no había leído comics de Iron Man así
que desconocía su historia y no sabía muy bien si sería un súper héroe de los
que me gustarían. Cuando él me contestó que tampoco había leído ninguno de sus
comics yo me sorprendí, todos los súper héroes que conozco han llegado a mí en
papel y si he querido ver sus películas ha sido porque me había gustado lo que
había leído… Esta ha sido la primera vez que me he animado a conocer a uno de
ellos directamente en la pantalla (debo decir que me ha gustado pero sospecho
que en esto tiene mucho que ver el actor que lo encarna) y si os digo la verdad
me he sentido un poco traidora.
No soy una
entendida en este tipo de comics y me pierdo entre fechas, ilustradores y
guionistas; como todos, tengo mis preferidos (Spiderman y Batman), me encantan
las alianzas entre unos y otros, conozco levemente a los súper malos (aunque a
veces mezclo y despisto) y tengo más o menos controlada las historia, pero poco
más.
Tampoco soy una
erudita en lo que se respecta a Tintín pero tengo todos sus libros en casa y no
me canso de leerlos, Mafalda tiene hueco en casi todas mis estanterías (en
varios tamaños) y Asterix y Obélix vienen conmigo desde que recuerdo que sé
leer. Me he reído con Zipi y Zape, con Carpanta, con Anacleto agente secreto,
no me sé todas las entradas secretas de la TIA pero me sigue encantando que me
las cuenten, con trece años estaba enamorada del Teniente Blueberry y con él
aprendí un poco de la Guerra de Secesión y de los indios americanos, me
gustaban las aventuras del Capitán Trueno o de Cori el Grumete y soy consciente
de que hay miles de personajes que no conozco y con los que podría pasarlo
estupendamente.
No soy una
entendida en el mundo de los comics pero me encantan y los sigo leyendo y
descubriendo. Jamás se le ocurrió a nadie decirme que eso no era leer y
recuerdo con especial cariño los ratos en que mis hermanos y yo, apretados en
algún sillón, descubríamos juntos el nuevo título que había llegado a casa.
Pudiera parecer
que un comic tiene menos texto que un libro “de verdad” pero no siempre es así
y el hecho de que haya dibujos por todas partes no hace que el lector se
esfuerce menos, lo hace de otra manera y las ilustraciones sirven,
precisamente, para apoyar y completar el texto. Son más fáciles de leer porque
son más ágiles y ligeros y porque su formato ayuda a que el lector no se canse
ni se aburra.
Hay muchos,
millones de comics y podríamos hablar de otros muchos, millones de lectores que
descubrieron lo divertido que era sumergirse entre páginas gracias a ellos.
Sí señor, yo
quiero reivindicar el comic, para todos los gustos y para todas las edades,
creo que forman un universo grande y maravilloso y que es difícil que no
encontremos en él una historia o un personaje que nos guste.