Libros y películas.
Ahora que está apunto de estrenarse la
primera parte de la adaptación de Los Juegos del Hambre, una
de esas sagas que han causado sensación entre grandes y chicos, he
pensado que era un buen momento para comentar esto de las
adaptaciones al cine.
No sé
si os pasa, muchas veces pregunto a alguien si ha leído este o aquel
libro y me responde “no pero he visto la película” y en general,
a mí se me pone cara de tonta y no sé qué decir, normalmente es
“ah, vale”. Pero en realidad no vale y la conversación se acaba
ahí. Y me preguntaréis, ¿por qué no vale? Hay que reconocer que
se hacen películas realmente buenas de algunas novelas, ¿no podemos
seguir la conversación desde esa base? Sí, sí que podríamos y lo
he hecho, en lugar de “ah, vale” he dicho “y ¿qué te
pareció?” Para continuar hablando del tema. Lo malo es que, al
final, siempre he llegado a la conclusión de que si yo hablo del
libro y la otra persona de la película no hablamos de lo mismo y por
lo tanto, la conversación cojea.
Y
ahora me voy a explicar un poco porque parece que estoy aquí
defendiendo a ultranza el libro sobre la película y no es esa mi
intención. Desde ya os cuento que me gustan las adaptaciones, suelo
verlas, disfrutarlas y me declaro una loca de las de El
Señor de los Anillos y las de
Harry Potter. No me
canso de verlas y desde luego, Harry Potter
(sobre todo las primeras) es la opción ideal para las noches que
Jaime no está en casa y a Byron y a mí nos toca acurrucarnos en el
sofá (él en el suelo, a mis pies) los dos solitos. En fin, que no
me parece mal que se adapten los libros, todo lo contrario y si las
adaptaciones están bien hechas, ¡mucho mejor!
Pero
eso no quiere decir que ver la película sea “lo mismo” que leer
el libro. Es cierto, nos enteramos más o menos de lo que pasa y
conocemos la historia pero por el camino se nos queda una parte muy
importante del espíritu de los personajes, de los sentimientos, del
misterio y de la historia. No señor, no es “lo mismo” y creo que
eso es algo que todos deberíamos tener presente porque si no, ¿cómo
le explicamos a un niño que vale la pena leer un libro si puede ver
la película?
Pongamos
el ejemplo de Harry Potter,
una saga que está muy, muy bien adaptada y que consigue que nos
metamos de lleno en el mundo de los magos. Yo leí los libros antes
de ver las películas, claro y a ver la primera mi hermana Blanca y
yo conseguimos arrastrar al resto de la familia, (papá, mamá,
hermano Rafa y hermano Pedro, ahí es nada). Como es natural,
nosotras lo pasamos pipa y disfrutamos un montón, los demás, bueno,
creo que no estuvo mal, pero me llamó la atención que mis hermanos
nos hacía preguntas sobre la trama porque había cosas que se les
escapaban. Al salir del cine y comentar todos lo que nos había
parecido llegamos a la conclusión de que, no es que se les escaparan
las cosas porque se despistaran sino porque, por mucho que lo
intentaran los guionistas, era imposibles contar en dos horas
toooooodo lo que la autora nos cuenta en los libros. Blanca y yo
llenábamos huecos, de manera inconsciente, con lo que ya sabíamos,
gracias a la lectura enriquecíamos la película, para los demás,
los fallos del guión eran mucho más obvios.
Con
El Señor de los Anillos
también tuvimos nuestros más y nuestros menos, yo no me imaginaba a
los hobbits así y Blanca estaba muy enfadada porque Aragorn, el de
la película, no le encajaba en absoluto con el del libro. Al final
tuvimos que sucumbir al encanto de los personajes pero, en mi caso,
traté de hacer una clara diferencia entre libro y película porque
había muchos detalles que no quería perder y que la versión en
pantalla no me iba a dar.
Recuerdo
que una tarde, en la librería, asistí fascinada a la discusión de
dos niños sobre los libros de Harry Potter. Uno, el que no se lo
había leído, estaba segurísimo de que todo salía en las pelis, el
otro, después de un rato de discutir y se ve que ya muy harto del
tema, empezó a enumerar cosas que no aparecían. Si os soy sincera,
yo no me había percatado de que eran tantas y poco me faltó para ir
a bichear los libros como una loca buscando todo eso. Yo no lo hice
porque tenía otras cosas que arreglar en ese momento pero el chico
que solo había visto las películas sí lo hizo. Como es natural, no
encontró nada, porque son siete libros que van creciendo en páginas,
cada vez más y es muy difícil dar con algo si no los controlas un
poco. El pobre dijo que tenían la letra pequeña y creo que eso le
sirvió de excusa para no seguir mirando pero yo me quedé pensando
en que, si las películas le habían gustado, ¡cuánto más le
habrían gustado los libros!
Cuando
se dijo que la saga de Crepúsculo
también iba a ser adaptada una chica que solía venir a la librería
y leía tooooda la literatura juvenil de ese tipo que salía me
preguntó qué me parecía, yo le dije que creía que era imposible
que consiguieran que Edward (el vampiro) fuera tan guapo como
aparecía en el libro. Ella se rió pero cuando vimos las primeras
fotos nos dimos cuenta de que tenía razón, Edward no era ni la
mitad de guapo que en el libro porque era imposible y los que hayáis
leído el libro sabréis a qué me refiero. El cine es mágico pero
hay cosas que la palabra escrita expresa mil veces mejor.
Por
eso, aunque, en general, me parece bien que los libros se lleven a la
gran pantalla (no voy a entrar en el hecho de que solo los best
sellers parezcan merecerlo) y me encanta que las películas sean
espectaculares y me lleven lejos al verlas, procuro leerme antes el
libro porque creo que me va a contar mucho más y estoy casi segura
de que ninguna película, por muy bien adaptada que esté, podrá ser
mejor que el libro. No me refiero a efectos especiales ni nada de
eso, me refiero al cuento, a la historia que nos tiene que llegar, no
creo que ningún guionista pueda hacerlo mejor que el escritor,
sencillamente porque este último fue el que creo el universo en el
que nos sumergimos y conoce a sus personajes y su vida (antes y
después del libro) mejor que nadie porque les dio vida.
Creo
que es bueno que los niños vean las películas de sus libros pero me
parece fundamental que no les dejemos caer en el error de que es “lo
mismo”. Sin el libro nos falta algo, podemos decidir que no nos
interesa ese algo, pero los lectores empedernidos sabemos que es así
y es bueno que tengamos en cuenta la diferencia. La película de
Matilda es muy
divertida y me lo pasé como una enana viendo Charlie y la
fábrica de chocolate, pero
ninguna de las dos son tan, tan especiales como los libros.
Dicho
todo esto, estoy casi segura de que, antes o después, acabaré
viendo Los Juegos del Hambre,
aunque aún no sepa qué pensar del libro, que no veré la serie de
Canción de hielo y fuego
hasta que no haya encontrado el momento para continuar la lectura
donde la dejé, que este viernes, que me toca cenar sola, volveré a
ver una de las películas de Harry Potter o La Comunidad
del Anillo porque me encantan y
que antes de fin de año me habré leído otra vez El
Hobbit porque hace mucho que lo
hice, pienso ir a verla al cine, como buena friki que es una y no
quiero perder ni un poquito de la magia de una historia que me hizo
disfrutar muchísimo y a la que dio forma un escritor al que admiro
por muchas cosas.