La importancia de los textos bien
escritos.
La humilde cavilación de hoy es más
bien una petición, una queja y un enfado monumental.
Hace mucho tiempo que ando dándole
vueltas a si debo escribir sobre esto, tal vez os parezca que no
tiene mucho que ver con la literatura infantil, pero después de
muchos libros leídos, creo que sí tiene que ver, con la infantil en
particular y con cualquier tipo de literatura en general.
Sé que todos cometemos, a veces,
faltas de ortografía, de expresión o de concordancia, mucho más si
estamos escribiendo textos largos, no pasa nada, es algo que hay que
cuidar, pero todos tenemos despistes.
Lo que sí me parece grave es que no
estemos dispuestos a subsanar esos errores, que no solo no les demos
importancia sino que tampoco nos parezca bien que nos los señalen.
Y ahora, como siempre, me explico.
Últimamente leo muchos libros autoeditados, muchos, muchos. Y no me
entendáis mal, me parece estupendo que hoy en día se pueda hacer
llegar un libro a todo el mundo sin necesitar una editorial. Por
mucho que a mí me guste el trabajo que hacen, es imposible que
abarquen todo lo que se escribe.
Además, ahora, el mundo de los blogs
ofrece una buen herramienta para darse a conocer. No hay nada como
enviar tus escritos a varios blogs para conseguir un poco de
promoción.
Todo esto me parece muy bueno. Es un
incentivo para el escritor y una alegría para el lector que puede
acceder historias que, de otro modo, le resultarían desconocidas.
Ahora bien, que las nuevas
tecnologías, las plataformas digitales y la enorme cantidad de blogs
literarios que, por suerte, podemos encontrar, nos faciliten la labor
no quiere decir, en absoluto, que podamos publicar lo que escribimos
tal cual sale de nuestra pluma o nuestro teclado, según el caso.
Normalmente, cuando leo un texto que
me han enviado, independientemente de que lo reseñe o no, procuro
enviarle a su autor un pequeño informe de lectura. No es gran cosa,
le cuento qué se podría mejorar de su relato, qué puede faltar,
qué sobrar, etc.. No entro a valorar si me gusta, simplemente le
ayudo a hacer su escrito más correcto y siempre, siempre, recomiendo
una revisión ortotipográfica y de estilo. No siempre porque esté
mal escrito, que a veces sí, sino porque todos cometemos errores y
naturalmente, estos errores, los ve mejor otra persona, ajena al
proceso de creación y que, normalmente, se ha formado para hacer
esta labor.
Para que os hagáis una idea, dicen
que Gabriel García Márquez tiene tres correctores, ¡y es un
magnífico escritor!
Mi sorpresa, mi pena o mi decepción
llega cuando, a pesar de haberme molestado (y como yo, sé que muchos
otros blogueros) en hacerle un informe de lectura, el autor sube sus
libros a Amazón o a Lulu sin cambiar ni siquiera una coma.
Perdonadme pero eso es ser muy poco
humilde, muy poco profesional y no amar los libros y las palabras
como se supone que debe hacerlo un escritor. Mi opinión puede
gustarte o no pero, si te avisan de que tu texto no es correcto,
deberías tenerlo en cuenta. No porque la persona que te lo dice sea
infalible, ni mucho menos, sino porque los escritos perfectos no
existen y siempre es bueno darle otra vuelta.
Un texto sucio, con errores y faltas
da muy mala impresión y se anuncia a bombo y platillo en las redes
sociales para que todo el mundo lo lea. ¿No nos damos cuenta de que
esa es nuestra carta de presentación? Es como llegar a una cita muy
importante con la ropa sucia y sin peinar.
Esto me da mucha pena porque si el
escritor no cuida su obra, que debería ser la niña de sus ojos,
¿quién lo va a hacer?
Nos pasamos la vida criticando a las
editoriales por saltarse, en el proceso de creación de los libros, a
los correctores y por pensar que con el corrector de word está
todo hecho (ojo, hay editoriales que ofrecen trabajos impecables en
todos los sentidos) pero nos olvidamos de que escribir correctamente
es algo que todos deberíamos intentar.
Y ahora os cuento porque creo que esto
sí afecta a la lectura infantil. Desde hace unos años la idea de
escribir bien, sin faltas de ortografía, concordancia, etc., se está
menospreciando y ninguneando continuamente. Da la sensación de que
no es importante colocar las tildes en su lugar, abrir y cerrar las
interrogaciones o saber usar “deber” y “deber de”
correctamente. Esto, nos guste o no, no es bueno. Una cosa es
escribir un mensaje en el móvil, donde todo vale porque si no no nos
cabe todo lo que queremos decir y otra muy distinta es que
traslademos esa manera de escribir a todos los ámbitos o que,
arrastrados por esta tendencia dejemos de darle importancia sea cual
sea el escrito al que nos enfrentamos.
Si un niño lee textos mal escritos,
primero, aprenderá muchas formas incorrectas y segundo, no
considerará importante escribir bien él mismo, puesto que los
adultos, los libros de texto o los libros de aventuras que lee no le
dan ninguna importancia a este aspecto. Aún recuerdo mi sorpresa monumental cuando, siendo niña, empecé a descubrir faltas de ortografía en el periódico.
Y ¿Qué va a pasar cuando ese niño
tenga que enfrentar situaciones en las que se requiera un uso
correcto de la escritura? Que le faltarán herramientas y no estará
a la altura de las circunstancias.
No pasa nada por escribir de un modo
más relajado en según qué situaciones pero debemos ser conscientes
de que lo hacemos mal porque queremos, no porque no sabemos hacerlo
mejor. No vale hablar de lo mal que escriben los niños de hoy en día
mientras nosotros mismos ninguneamos tildes y comas sin ningún
remordimiento.
¡Ah! Y tampoco pasa nada por
equivocarnos, para eso revisamos lo que escribimos, se lo damos a
leer a otras personas, etc. ¡El mundo está lleno de correctores
estupendos!
El lenguaje es algo vivo que va
cambiando y quién sabe cómo evolucionará el nuestro pero, de
momento, es como es y si nosotros no lo mimamos nadie lo va a hacer.
Así pues, la humilde entrada del mes
es para pediros un favor, hay tiempo y lugar para todo, hasta para
escribir mal, pero no dejemos que nuestros niños no aprendan a
hacerlo bien porque les estamos cortando las alas en muchos aspectos.