jueves, 15 de septiembre de 2011

Semana de Roald Dahl. Cuentos en verso para niños perversos.

                  Continuando con nuestro humilde homenaje y con nuestra semana especial, hoy vamos a hablar de uno de mis libros favoritos, los Cuentos en verso para niños perversos. Solo el título ya es llamativo, ¿niños perversos? Y habrá quien piense que sí, yo creo que solo niños, en ningún caso con ese adjetivo.

                Y es que Roald Dahl tenía un gran respeto por sus pequeños lectores, consideraba que había que ayudarles a mirar la vida con valentía y humor, nunca a tenerle miedo y en este libro lo demuestra claramente.
                Los cuentos en verso para niños perversos no son, nada más y nada menos que un retorno a los clásicos populares en toda su esencia. Los cuentos que Perrault o los hermanos Grimm nos hicieron llegar, sin ser las versiones adaptadas de hoy en día, eran mucho más suaves de lo que fueron sus primeras versiones en las que la didáctica y la moraleja tenían una gran presencia pero en las que la enseñanza se hacía llegar mediante historias violentas y truculentas.
                Roald Dahl tiene mucho que decir sobre la educación de los niños, sobre la gente buena y mala, sobre el papel cursi y desvalido de las princesas (¡un adelantado a si tiempo, sin duda!) y todo nos lo hace saber en sus cuentos.

                 Utilizando clásicos más que conocidos como La cenicienta o Ricitos de oro (mi preferido en este caso) el escritor nos lleva a los mundos del “érase una vez” pero por los caminos más insospechados. Los cuentos están llenos de giros inesperados, de finales sorprendentes, de personajes totalmente desmitificados y sobro todo de humor, mucho humor. De ese tan típico de nuestro autor, un poco negro e irreverente.
                Para muestra, un botón:
CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO

Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
"¿Puedo pasar, Señora?", preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: "¡Este me come de un bocado!".
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
"Sigo teniendo un hambre aterradora...
¡Tendré que merendarme otra señora!".
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
"¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!"
-que así llamaba al Bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: "¿Cómo estás, abuela mía?
Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!".
"Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas". "¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!". "Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte Don Ernesto
el oculista", dijo el animal
mirándola con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: "¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!".
El Lobo, estupefacto, dijo: "¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa".
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revólver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza.
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el Bosque... ¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.

                  Seguramente este es su libro infantil más políticamente incorrecto, pero como todo lo que él hacía está lleno de sinceridad y con la colaboración del gran Quentin Blake, compañero de batallas en el mundo literario, sacaron a la luz una obra de esas que, bajo mi punto de vista, no debe faltar en una estantería de libros infantiles ya que la llenan de color y “buen rollo”.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Semana de Roald Dahl. Agu trot.

                Vamos a seguir con nuestra semana de Roald Dahl.
                Hoy traigo un libro tierno y simpático a la vez que ingenioso y pícaro, Agu trot.

               El señor Hoppy vive solo en un pisito en lo alto de un edificio. Siempre fue un hombre solitario y ahora que se ha jubilado, bueno, se siente un poco más solo. Tiene dos amores, uno son sus flores, a las que cuida con mimo y el otro… el otro es un secreto porque el señor Hoppy es muy tímido y no se atreve a decírselo.
                Pero bueno, yo os lo voy a contar, el señor Hoppy está enamorado de su vecina, justo la que vive en el piso de abajo, la señora Silver, que es viuda y también tiene un amor, su tortuguita Alfie.
                "Y luego, observando el rostro sonriente de la señora Silver que lo miraba a su vez, pensó por milésima vez en lo guapa que ella era, lo encantadora y bondadosa y amable, y el corazón le dolió de tanto amor".
                Al señor Hoppy le encantaría invitar a la señora Silver a un té pero no se atreve, quisiera encontrar la oportunidad de acercarse a ella pero, ¿cómo?
                “Ay, si por lo menos –solía decirse-, si por lo menos pudiera hacer algo estupendo como salvarle la vida o recatarla de una pandilla de maleantes armados…”
                Todos los días, los vecinos sostienen una educada charla, cada uno desde su balcón y una mañana, la señora Silver le confiesa al señor Hoppy que le gustaría que Alfie creciera más deprisa porque:
                ¡Imagínese cómo debe sentirse siendo tan poquita cosa! Todo el mundo quiere crecer.
                (…)¡Pero si he visto fotos de tortugas tan enormes que la gente se puede subir encima! ¡Si Alfie las viera se moriría de envidia!
             El señor Hoppy es un caballero y quiere contentar a su dama así que le da a su vecina unas palabras mágicas para conseguir que Alfie crezca, ¿funcionarán? La verdad es que su plan es un poco más complicado pero, ¡es su oportunidad de conquistar a la señora Silver!                    
AGU TROT, AGU TROT,
¡ETZAH ROYAM, ROYAM!
¡ECERC, ETAHCNIH, EBUS!
¡ETATNAVEL! ¡ETALFNI! ¡EDNEICSA!
¡ELLUGNE! ¡AROVED! ¡ETARROF!
¡AGART!
¡ADROGNE, AGU TROT, ADROGNE!
¡ETALLORRASED, ETALLORRASED!

                Este es uno de esos libros en que no sabes muy bien qué partido tomar, en el amor y en la guerra todo vale pero el plan del señor Hoppy roza la picaresca, por no decir que llega perfectamente a ella. Es ingenioso y simpático y, por supuesto, no hace daño a nadie pero podría parecernos un poco regular que nuestro protagonista diga una mentirijilla.
               
                Seguramente lo mejor es que lo leáis y juzguéis vosotros porque yo el problema lo solucionaré, cuando tenga niños, leyéndolo con ellos, comentándolo,  riéndonos y trivializando en la medida de lo posible.

                En esta historia no tenemos malos, sino todo lo contrario, dos personajes realmente entrañables que, aunque son felices con su vida, pueden serlo mucho más.
               
                ¡Estamos ante una auténtica historia de amor! Pero no es cursi, es todo lo contrario, disparatada y divertida, con una ternura natural que nos hace simpatizar por los dos vecinos enseguida y que tiene un final feliz para todos, hasta para la pequeña Alfie.
               
                Es ágil y se lee con facilidad, sin cansar, intrigados por saber qué estará maquinando el señor Hoppy y si su plan dará resultado. ¿Qué queréis que os diga? A mí me gusta mucho y me encanta releerla. Además, me parece muy buena para leer en voz alta y acompañar a los más pequeños en el viaje.


               Alfaguara la cataloga a partir de 8 años, ya sabéis que mi opinión es que depende del lector, pero me parece una buena edad para que los niños le saquen el máximo partido a cada broma y se rían, como debe de hacerse con los libros de este maravilloso escritor.
              Como en casi todos sus libros, las imágenes vienen de la mano del genial Quentin Blake.

martes, 13 de septiembre de 2011

Semana de Roald Dahl. El vicario que hablaba al revés.

                 
                Hoy es, oficialmente el Roald Dahl Day, en las redes sociales hemos pasado una mañana entretenidísima hablando de él y de su obra y ahora vamos a seguir en el blog con nuestra semana especial.
                Traigo un libro para los lectores más pequeños y además, un libro especial por varias razones.
                Ayer en su biografía comentábamos que Roald Dahl trató de ayudar a quien pudo y que su viuda continuó su labor creando la Fundación Rolad Dahl. Pues bien, este libro es parte de esa ayuda que el escritor quiso repartir. Lo escribió para apoyar a las personas con dislexia. Ya sabemos que, a raíz de los problemas que sufrieron su hijo y su esposa, Dahl tenía mucho interés en el desarrollo o la falta del mismo en el cerebro.
                Además, El vicario que hablaba al revés fue uno de los últimos libros que escribió, tanto es así que se publicó después de su muerte.

                 Y ¿de qué trata esta historia tan especial? Pues el mismo título lo dice, ¡de un vicario que habla al revés!
                 El reverendo Ozire es un vicario encantador que está a punto de llegar a su primera parroquia. Está encantado con la idea, le encanta lo que hace y es tremendamente feliz pero, justo cuando se acerca a su destino, le empiezan a asaltar dudas:
                “¡Dios mío! ¿Seré capaz de hacer bien este trabajo?”, se preguntaba el pobre Robert Ozire esa noche, mientras intentaba conciliar el sueño.
                Se pone tan nervioso y la cabeza le da tantas vueltas que algo en su cerebro hace “click” y el pobre empieza a tener serios problemas.
                El caso es que nuestro protagonista padeció dislexia en su niñez y aunque gracias a sus profesores y su esfuerzo consiguió dejarla atrás, todo el revuelo que le provocan sus dudas hace que de repente en su cabeza las palabras se formen regular y, sin darse cuenta, la más importante de cada frase la dice al revés.
                -¡Mi querida Señorita Cosita! – exclamó el reverendo Ozire -. Mucho gusto en saludarla. Yo soy su nuevo ocorrap. Me llamo Erizo, Robert Erizo.

Claro, con cosas así, pronto todo el pueblo piensa que su párroco está como una regadera y que, aunque es simpático e inofensivo dice cosas muy raras.
                -¡Oh, pero qué habilidad tenéis para hacer punto! – exclamó-. ¡Cómo me gusta este jersey de otnup de zorra! Y la anal es de un color precioso.
                Por suerte, el médico del pueblo descubre lo que le pasa y tiene un remedio para curar al pobre reverendo Orize. Aunque, este remedio también es un poco raro…
                Es un libro realmente divertido donde los juegos de palabras disparatados y la inocencia de pobre párroco que no se entera de nada hacen que la sonrisa no se vaya de nuestros labios y que si lo leemos con un niño tanto él como nosotros nos riamos muchísimo.
                Como todas las obras de este estupendo autor, nos enseña muchas cosas, entre ellas, que a los problemas hay que plantarles cara con humor.
                Además y como era de esperar, el texto va acompañado de las ilustraciones del genial Quentin Blake.

               Irene Adler, compañera de batallas en esto de la lectura y que hoy también dedica el día al autor en su blog, El escalpelo literario, me decía esta mañana que el libro hay que leerlo también en ingles ya que los juegos de palabras son diferentes y no tienen desperdicio, os lo cuento por si os queréis animar.
                No he puesto aquí las mejores conversaciones del bueno de Orize, para eso tendréis que leer el libro, ¿lo vas a dejar pasar? No creo, ¿no?
¡Ah! Y ¡¡feliz día de Roald Dahl!!

lunes, 12 de septiembre de 2011

Semana de Roald Dahl. ¿Quién?

             ¡Hola a todos! Ya estamos de vuelta. No como hubiéramos querido porque nos habría gustado enseñaros ya la nueva página web y la nueva Matilda, pero las cosas de palacio van despacio y no hay que impacientarse, todo llega y hemos trabajado mucho este verano para que ocurra. Ya no falta mucho.
                No podíamos seguir retrasando la puesta en marcha del blog y por eso, Matilda y yo, hemos elegido una ocasión muy especial para hacerlo. Mañana, día 13 de septiembre es el Roald Dahl Day, en Inglaterra, su tierra, es casi una institución y como este blog no es otra cosa que un humilde homenaje a este gran autor, hemos pensado que debíamos celebrarlo. Así que, aprovechando que mañana habría cumplido nada más y nada menos que 95 años y que gracias a él grandes y chicos hemos pasado ratos muy interesantes, hoy empezamos la semana de Roald Dahl (la idea de hacer esta semana especial me la dio precisamente la madrina de este blog, Carmen, de Carmen y amigos, que hizo una semana especial de  Stefan Zweig preciosa, no deberíais perdérosla) en la que hablaremos de él y de sus obras.

               Pues vamos allá.
                “Lo hacía todo con brío. Preparaba unos huevos escalfados que servía en trozos de pan frito a los que hacía unos agujeros para que parecieran nidos. No había un momento en el que no estuviera inventando o haciendo la vida divertida.” Liccy Dahl.
 
                Roald Dahl nació el 13 de septiembre de 1916 en Llandaff, País de Gales. Cuando tenía 3 años su hermana Astri murió de apendicitis y un mes después lo hizo su padre, que enfermó de Neumonía y no pudo soportar la pena por la pérdida de su hija. Así pues, su madre debió hacerse cargo de seis hijos, dos del anterior matrimonio de su marido y cuatro suyos.
                Su padre deseaba que sus hijos se educaran en colegios ingleses así que el pequeño Roald dejó a los 9 años el colegio de la Catedral de Llandaff, donde había estado desde los 6 para irse al internado inglés de Sant Peter. En ambos lugares vive una vive una enseñanza escolar sometida a una disciplina muy rígida y en la que los castigos corporales están a la orden del día. Siendo así las cosas, no nos debe extrañar que Dahl pensara que había un“complot de los mayores para que nos estemos quietos” y que perdiera, en cierto modo, la confianza en los adultos que, en sus obras, suelen aparecer ridiculizados en muchos aspectos y casi siempre son los personajes malvados.
               
                A los trece años concluyó la escuela preparatoria y fue enviado también como interno a Repton, una escuela "pública"  inglesa cuyo director sería el futuro arzobispo de Canterbury y allí vivió situaciones incluso más duras que en Sant Peter.

                "En Repton las palizas eran más feroces y frecuentes todavía. Y no se imaginen ni por un momento que el futuro arzobispo de Canterbury pusiera reparos a tan viles ejercicios. Se subía las mangas y se aplicaba a la tarea con sumo gusto. Las suyas eran las malas, las ocasiones verdaderamente aterradoras. Algunas de las tundas administradas por aquel hombre de Dios, aquel futuro jefe de la Iglesia de Inglaterra, fueron muy brutales”

                En verano la familia viajaba a Noruega a visitar a sus abuelos, a los que adoraba. Para él era como estar en casa, era el encuentro continuo con sus hermanos y su madre después de las soledades afectivas en el internado, la libertad con todos sus riesgos cuando pasaban los días en las islas, sentirse mayor con su abuelo cuando le daba “skaal”…

                A los 18 años, cuando acabó el bachillerato rechazó la oferta de su madre de seguir estudiando  y comenzó a trabajar en el Departamento Oriental de la Shell Oil Company, la compañía multinacional petrolífera. Gracias a ellos cumplió su deseo de viajar y ver mundo ya que 3 años después la compañía lo mandó a África. Allí aprendió swahili, visito minas de oro y diamantes y conoció un paisaje repleto de animales salvajes, como en una historia de ficción.


           En 1939, empezó la Segunda Guerra mundial, Dahl tenía 23 años y se alistó se como piloto de aviación de la "Royal Air Force" (RAF) en Nairobi. Sufrió graves lesiones como consecuencia de un aterrizaje forzoso en el desierto de Libia, y debió pasar seis meses hospitalizado en Alejandría con una fractura de cráneo.  Cuando se recuperó  volvió a volar uniéndose a la 80ª escuadrilla en Grecia, donde ésta combatía contra los italianos y posteriormente también intentaría obstaculizar la invasión alemana a aquel país. Finalmente, Alemania invadió Grecia y el pequeño grupo de pilotos sobrevivientes de la RAF fue enviado a Haifa, norte de Palestina.

            Debido a las graves heridas recibidas cuando se estrelló con su avión en el desierto, Dahl comenzó a sentir fuertes dolores de cabeza mientras volaba. Fue examinado y finalmente enviado de regreso a Inglaterra.
                 
            Aunque él siempre decía que no escribía sobre él porque le habría dado vergüenza a mí me gusta mucho este regreso a casa que cuenta en Volando Solo.

            "Vi a mi madre cuando el autobús se encontraba aún a un centenar de metros. Estaba esperando pacientemente fuera de la puerta de la casa, esperando que llegara el autobús y, por lo que supe luego, aguardaba allí desde que llegó el autobús anterior, una o dos horas antes. Pero ¿qué es una hora, o incluso tres, cuando se llevan esperando tres años?"

             Enseguida se marchó a Washington, en 1942, en calidad de agregado aereo adjunto donde comenzó a publicar sus escritos. Se casa con la actriz ganadora de un Oscar Patricia Neal, con la que tiene cinco hijos.
            En 1960 regresa con su familia a Inglaterra y será entonces cuando escriba la mayor parte de sus libros para niños.      



              La primera novela para niños de Roald Dahl no fue, como muchos creen, James y el melocotón gigante  sino los Gremlins, que publicada en 1943, y adaptada de un guión escrito para Disney. Dahl continuó escribiendo guiones de películas, entre ellas la aventura de James Bond, Sólo se vive dos veces y el musical Chitty Chitty Bang Bang, me encantaba esta película de pequeña, cuando supe esto entendí perfectamente por qué. No le gustaron muchas de las adaptaciones cinematográficas de su propia obra que aparecieron a lo largo de su vida.

                En 1975 empieza su colaboración con el ilustrador  Quentin Blake, quien hablaría así de su relación.
             
              “(...) Se trataba de la unión de dos personas diferentes, pero a quienes les gustaba y unía lo que hacían, además de compartir el humor. Así era nuestro caso. Aunque tengo que decir queDahl era más travieso que yo. Por ello llegué a dibujar cosas que nunca había imaginado”.
               
                Pese a que su labor como escritor ha sido mundialmente reconocida en el campo de la literatura infantil, Dahl también escribió libros y cuentos para adultos aderezados todos ellos con un intenso humor negro unos y con una paradójica carga erótica otros, sabiendo mezclar hábilmente ambos ingredientes en una tercera categoría. Muchos de sus cuentos para adultos fueron llevados a la pequeña pantalla. Sin duda su más famosa antología es Relatos de lo inesperado.               


                 Él y su familia regresaron a Inglaterra en 1960 y se establecieron en Gipsy House (la casa gitana) en Great Missenden, Buckinghamshire. Fue allí, en una pequeña cabaña al fondo del jardín, donde escribiría la mayoría de sus inolvidables libros. A decir de todos, la cabaña era un lugar pequeño y sombrío pero que Roald veía como un refugio acogedor. En Harper & Queen, Christopher Simon Sykes recuerda:

                 “Una cortina de plástico sucia cubría la ventana. En el centro había un sillón de orejas descolorido, heredado de su madre, y era allí donde se sentaba Dahl, con los pies encima de un baúl, con las piernas tapadas con un trapo de cuadros apoyando un  rollo de papel ondulado sobre el que apoyaba su tabla para escribir había dibujos, fotografías y otros recuerdos pinchados por las paredes, y, a su derecha, una mesa cubierta por una colección de sus curiosidades favoritas, tales como uno de los artríticos huesos de su cadera, y una extraordinariamente pesada bola de papel hecha de papel de plata usado en las muchísimas chocolatinas consumidas en su juventud”.


           Su vida se repartió entonces entre su intensa labor creativa como escritor y en la dedicada atención a su familia, ya que primero su mujer y después su hijo se vieron afectados de lesiones neurológicas y  su hija mayor de siete años murió de sarampión. Pasó meses desarrollando una válvula para drenar líquido del cerebro y permitir a Theo, su hijo, vivir sin dependencia de los aparatos y acompañó a su esposa y al apoyó hasta que esta se recuperó y pudo reanudar su carrera como actriz.

            Tras 30 años de matrimonio y cinco hijos se divorció de Patricia Neal, las malas lenguas dicen que ella nunca le quiso y que él le fue infiel. Poco después se casó con Felicity Ann Crosland.

            Roald Dahl vivió sus últimos años de en la granja de Bucking Hamshire, junto a su segunda esposa y murió de Leucemia en Oxford, Inglaterra, el 23 de noviembre de 1990, a los 74 años de edad.
                A lo largo de su vida donó dinero para los necesitados y después de su muerte, su viuda creó The Roald Dahl Foundation para continuar con esta tradición. La fundación ofrece becas en tres áreas básicas: alfabetización, neurología y hematología. Además, esta también acercando la música clásica a los niños haciéndola divertida, a través de composiciones musicales basadas en la obra de Roald Dahl.


                    Y esta es, a grandes rasgos la vida de este gran autor, ¿qué os parece? Espero que os tan interesante como a mí. Mañana empezaremos a hablar de algunos de sus libros.
                Os dejo el  enlace de su página web aquí por si queréis verla, os la recomiendo, no tiene desperdicio.
               
              “Todas las noches, después de que mi hermana Lucy y yo nos fuésemos a la cama, mi padre subía lentamente las escaleras, con sus huesos crujiendo más que los escalones, para contarnos una historia. Lo veo ahora apoyado en la pared de nuestro dormitorio, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida, buscando en su imaginación. Era allí, en nuestro dormitorio, donde él empezaba a contar las historias que más tarde se convertían en los libros que ustedes conocen.” Ophelia Dahl.









jueves, 4 de agosto de 2011

Una paradita.


          Pues sí, compañeros, Matilda y yo vamos a hacer una paradita en el camino, un alto de unas semanas en las que esperamos que no os olvidéis de nosotras.
          No nos vamos de vacaciones, si eso es lo que estáis pensando, todo lo contrario, vamos a ausentarnos porque Matilda Libros va a sufrir algunos cambios y estoy trabajando mucho para que eso sea posible.
          Si las cosas salen bien, de cara al otoño tendremos página web y en ella podremos ofrecer cursos, talleres, servicio de asesoramiento, cuentacuentos..., el blog seguirá funcionando pero seguramente cambie un poco y ¿a que no adivináis? Tendremos nuestra propia Matilda (es una muñequita preciosa y para mí muy especial, ya os contaré por qué) y dejaremos de pedirle prestada la suya a Roald Dahl. Por supuesto el nombre y todo lo que hacemos desde aquí no deja de ser un homenaje a ese gran escritor que, como siempre digo, todos deberíamos leer, por lo menos una vez.
           No pensaba cerrar el blog estos días pero la verdad es que hay mucho trabajo y prefiero centrarme en él para que salga bien. Además, tengo pensadas entradas muy interesantes y no quiero hacerlas deprisa y mal por estar pendiente de otra cosa.
           Mientras no estoy por aquí, os deseo a todos un feliz verano, lleno de lecturas y cuentos maravillosos y como siempre, os agradezco infinito el apoyo y el ánimo que siempre me habéis dado. Gracias a vosotros Matilda está creciendo :)
           Poco más, que os cuidéis y disfrutéis y que en unas semanillas me tendréis de nuevo dando la lata. Os dejo con mis duendes favoritos para que os saquen una sonrisa.
           Un gran abrazo.

           María (Matilda).

viernes, 29 de julio de 2011

Os presento a Mucki.

           La semana pasada os comenté que Matilda había tenido mucha suerte y que la editorial Langenscheidt iba a colaborar con el blog. También os hablé de Mucki, su estrella del momento. Pues bien, ha llegado el momento de contaros más.
            Mucki es un perrito real y por lo que me han contado, muy bueno y cariñoso, que fue abandonado en una aldea siendo aún muy cachorrito. Lo pasó un poco mal pero tuvo suerte y se encontró con Julia que lo adoptó. Desde que eso pasó la vida de nuestro protagonista ha cambiado mucho. No solo porque tiene un hogar y nuevos amigos, como Boticaria, la yegua de Julia, elegante, muy buena y también real, sino porque junto a su dueña va a vivir aventuras divertidas y muy interesantes.

            Ya os imaginaréis que cuando tuve en mis manos los libros de Mucki tardé muy poco en sumergirme en ellos y es que, ¡son geniales! Me ha costado mucho no leerlos todos de golpe e ir intercalando algún otro entre medias para poder disfrutarlos el resto del verano.
            Lo que sí he hecho es leer uno de cada colección. Porque sí, Mucki tiene dos colecciones. La primera es para lectores a partir de 6 años, en la que además de contarnos historias estupendas nos enseñan a cuidar de nuestro plantea y nos animan a hacerlo. Estos son Los libros verdes de Mucki y tengo que decir que me he quedado totalmente fascinada con ellos. Las aventuras de Mucki en estos libros son simpáticas, tiernas y divertidas. Fáciles de leer y con un ritmo muy ágil que no va a dejar que los peques se aburran o se despisten. Además, van acompañados de unas ilustraciones realmente preciosas, tremendamente alegres y coloridas que hacen que el libro completo no tenga desperdicio.



            Por si esto fuera poco, durante todo el relato se proponen actividades entretenidas o experimentos para hacer de la lectura algo más dinámico y conseguir que los lectores se impliquen y aprendan cosas nuevas. Os vais a reír de mí, pero yo estoy dispuesta a colorear el dibujo de Mucki, Boticaria y la trucha Margarita y a hacer el experimento con copas de agua en cuanto tenga un ratito libre :)

            La otra colección es para niños un poco más mayorcitos, a partir de 9 años y es la de Los viajes de Mucki, porque este perrito tan simpático no solo cuida del medio ambiente sino que se pasa la vida de la Ceca a la Meca acompañando a su dueña Julia. En este caso son libros un poco más densos, pero igualmente con un ritmo my ágil y fáciles de leer. El vocabulario y las conversaciones cambian y conocemos a un Mucki muy despierto e inteligente que además tiene un secreto muy especial (no os lo voy a contar, claro, si no, no tiene gracia). En ellos nuestro protagonista vive aventuras peligrosas e intrigantes y no os exagero si os digo que nos mantienen enganchados desde la primera hasta la última página.

           En este caso las ilustraciones son en blanco y negro pero siguen siendo estupendas y como en Los libros verdes de Mucki encontramos actividades, datos y curiosidades que hacen el libro aún más interesante. Además, como Mucki está aprendiendo inglés, a veces se intercalan conversaciones y frases en este idioma con idea de que los peques se familiaricen con otros idiomas.


         En fin, como veis, este nuevo descubrimiento me ha gustado muchísimo porque son libros de verdad entretenidos y que aportan muchas ideas novedosas. Si a esto unimos unas buenas ilustraciones y un formato y acabado de los libros bonito e impecable el resultado es una de esas lecturas a las que no podemos dejar de darles una oportunidad. Sé que para gustos hay colores pero yo creo que no os van a defraudar.
            Os dejo aquí el primer capítulo de Mucki y los hombres de blanco de la colección Los viajes de Mucki para que lo podáis conocer un poco:
          ¡Ah! Ni que decir tiene que Byron apoya totalmente a este compañero aventurero y que recomienda tanto como yo que os asoméis a sus libros. Ya sabéis que él también es un perrito adoptado y que en esta casa nos parece fatal que se abandonen animales.


miércoles, 27 de julio de 2011

Gerónimo Stilton, ¿sí o no?

           A lo mejor os sorprende esta entrada, ¿cómo se me ocurre cuestionar al rey de la literatura infantil actual? Bueno, esa no es la idea, no quiero cuestionar nada y os digo desde ya que a mí los libros de Gerónimo Stilton me encantan, pero, teniendo en cuenta que casi todos los niños tienen algún volumen de la colección, me parece interesante hablar de él.

            Supongo que ya lo conocéis, Gerónimo Stilton es un ratoncito simpático y distraído que vive en Ratonia y dirige un periódico, El eco del roedor. En líneas generales, en cada libro nos cuenta una de sus aventuras porque, aunque al principio no le gustaba viajar, se pasa la vida de acá para allá en mil y una historias disparatadas. Por supuesto, tiene su cuadrilla que le acompaña, su hermana Tea, su primo Trampita y su sobrino Benjamín, además de los muchos personajes pintorescos que irán apareciendo a lo largo de la colección.
            Mi opinión personal es que estos libros son, en general, muy buenos. Son ágiles, fáciles de leer, llenos de información interesante y de aventuras trepidantes. Sus ilustraciones y colores los hacen sumamente llamativos y sobre todo, son muy, muy divertidos.
            El gran logro de la escritora, en este caso, ha sido ayudar a los más pequeños a dar el salto del cuento tradicional al libro “de mayores”. Combinan el hecho de que son libros “gordos” con que tienen ilustraciones y colores por todas partes, parece que tienen menos texto del que realmente hay escrito y el niño no tiene la sensación de hacer el mismo esfuerzo que con un libro por edades tradicional pero sí siente la satisfacción de leer libros “de verdad” y no cuentos.

            Sobre las historias hay para todos los gustos, algunos las consideran muy simplonas, yo debo reconocer que me río mucho leyéndolas y que me parecen muy divertidas y llenas de sentido del humor, además, no olvidemos que hablamos de literatura poco más que para primeros lectores. Sinceramente, a mí me parece que tienen el encanto de los libros de aventuras de siempre, con bromas y golpes de humor sencillo además de tramas bastante bien construidas para este tipo de libros.
            Y entonces, ¿qué tienen de malo? Pues se podría decir que lo mismo que tienen de bueno, la relativa facilidad de su lectura actúa como un arma de doble filo porque, si bien los niños más pequeños que se animan a leerlos se sienten muy bien cuando los terminan y lo consideran un reto, los más mayorcitos los leen pensando que son adecuados para su edad por el grosor y el tipo de libro y no se animan a probar con libros que, seguramente, les encantarían y aportarían todavía más.
            Por otro lado, los adultos, cuando encontramos un libro que gusta a nuestros niños aprovechamos el tirón y la colección de Gerónimo Stilton es tan larga que podríamos pasarnos toda nuestra vida sin llevar a casa otros libros, ignorando aventuras maravillosas que esperan en librerías y bibliotecas.
            Además, aunque en Matilda pensamos que toooooodos los libros deberían estar ilustrados, no siempre lo están y a los pequeños lectores les cuesta mucho, una vez que conocen a nuestro ratón editor, coger libros con menos colores y dibujos. Evidentemente estos parecen más pesados y difíciles de leer.

             Así pues, mi reflexión, porque no es más que eso, es que, ¡claro que sí, Gerónimo Stilton! Pero sin dejar que el color amarillo de sus cubiertas o los olores de sus páginas eclipsen el resto de la literatura infantil que hay. Son una idea estupenda pero no debemos olvidar que tienen su momento y las estanterías de cualquier lugar están llenas de historias fantásticas en las que perdernos.




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