Vamos allá con el último libro de la semana especial de Roald Dahl. Y es que, aunque mañana seguiremos con ella, no recomendaremos ningún título.
La reseña de hoy es sobre un libro para mí muy especial. Lo leí siendo muy pequeña y nunca me olvidé de él, es la típica historia que recuerdas, que sabes que te encantó, que te dejó huella, digamos, pero, evidentemente, no tienes ni idea del autor y el título lo recuerdas vagamente porque hace ya muchos años y no tenías edad para quedarte con esas cosas.
Cuando empecé a trabajar en la librería retomé mis lecturas infantiles y comencé a releer a Roald Dahl, imaginaros mi sorpresa y mi alegría cuando entre los libros de la colección descubrí nada más y nada menos que, El Gran Gigante Bonachón, mi querido libro de la infancia. No tengo que decir que casi inmediatamente pasó a formar parte de los libros de mi biblioteca personal y que al volver a sumergirme en sus páginas entendí perfectamente porqué me había gustado tanto.
Una noche como otra cualquiera Sofía, la protagonista de esta historia, da vueltas en su cama del orfanato sin poder dormir.
No deben levantarse después de apagar la luz pero la luz de la luna es inquietantemente brillante y Sofía decide ir a cerrar la ventana, tal vez, fuera, estuviera siendo la hora mágica.
“Alguien le había susurrado una vez que la hora mágica era un momento muy especial, en plena noche, cuando tanto los niños como los adultos estaban sumidos en el más profundo de los sueños. Entonces, todas las cosas misteriosas salían de sus escondrijos y se adueñaban del mundo”.
Sin ganas de volver a si camita, no puede evitar quedarse mirando la calle y de repente descubre que algo muy, muy alto se acerca.
“No era un ser humano. No podía serlo. Era cuatro veces más alto que el hombre más crecido. Era tan grandote, que su cabeza quedaba a más altura que las ventanas de los últimos pisos de casas. Sofía abrió la boca para gritar, pero no le salió ningún sonido. El susto le atenazaba la garganta y el cuerpo entero.
No cabía duda: era la hora mágica”.
No cabía duda: era la hora mágica”.
Aterrada, la niña intentará pasar desapercibida pero, ¡ay!, este gigante tiene un oído muy fino y la oye respirar. Ni corto ni perezoso, mete la mano por la ventana y se la mete en un bolsillo.
Así empiezan un viaje y una aventura que harán que la vida de Sofía no vuelva a ser igual. Porque el gigante secuestrador no es malo, es un simpático personaje que aprendió a leer y a escribir solo, que habla de una manera muy especial y que dedica su vida a recolectar sueños para después hacer que las noches de los niños sean maravillosas, ¡es el Gran Gigante Bonachón!
“¿Yo?-gritó el gigante y su poderosa voz hizo que todos los tarros entrechocaran en sus estantes-. ¿Yo devorar guisantes humanos? ¡Jamás! Los demás sí que lo hacen. Devoran cada noche todos los que pescan, ¡pero no yo! Yo soy un gingante especial. ¡Un gingante bueno y amabiloso! El único gingante bueno y amabiloso de todo el País de Los Gingantes. Soy el GRAN GIGANTE BONACHÓN. Y ¿cuál es tuyo nombre?”
Bonachón vive en el País de los Gigantes, acompañado de otros nueve gigantes, mucho más grandes que él y realmente malvados que todas las noches salen de caza a distintas ciudades del mundo para devorar a un montón de gente que duerme plácidamente.
“Pero… ¿van esos gigantes a todos los países de la tierra?- preguntó Sofía. -Todos, con expinción de Grecia, son visitados alguna vez – dijo el GGB-. Depende de cómo el gingante se sienta en el país. Si hace mucho calor y al gingante le parece estar en una sartén, probablemente saldrá al galope hacia el Norte tiritihelado, para allí zamparse a un esquianimal o dos, así se refresca. Un esquianimal gordito es para un gingante lo que para ti un polo”.
¿Creéis que una niña pequeña como Sofía y un gigante escuchimizado podrán conseguir frenarles?
Desde luego, ellos lo quieren intentar y para ello se les ocurre un plan fantástico en el que entre avisar de lo sucedido a alguien muy, muy importante.
Roald Dahl dedicó este libro a su hija Olivia, que murió a los siete años por culpa de un sarampión y dicen que se inspiró en su nieta Sofía Dahl para crear el personaje de la protagonista. Como veis, estaba cargado de valor sentimental para él. Tal vez por eso esta es, seguramente, una de sus historias más tiernas. Bonachón, el gigante bueno que habla mal y es tremendamente susceptible es además un auténtico pedacito de pan que disfruta de las cosas más sencillas y quiere con todo su ser. Acostumbrado a vivir oprimido y maltratado por los demás gigantes y alimentándose solo de horribles pepinásperos para no comer personas, no duda en ayudar a los guisantes humanos a salvar a su mundo de los horribles gigantes y lo hace con seriedad y entrega.
Como siempre, el humor llena cada página del libro, siempre el mismo, sarcástico y chocante, verdadero.
Dahl nos muestra una realidad cruda y triste porque, como dice el Bonachón, los gigantes son horribles, pero no se comen entre ellos y los guisantes humanos nos pasamos la vida matándonos entre nosotros…
Nos relata con crudeza la parte en la que hay que enfrentarse a los inmensos monstruos y con infinita ternura la relación entre los dos protagonistas. Además, con giros inesperados e inteligentes vamos descubriendo un mundo no tan diferente del nuestro y un desenlace genial y divertido.
Es un libro muy entretenido que siempre hace las delicias de los más pequeños y para mí, uno de los que ofrece mensajes más claros y duros.
Ilustrado, ¿cómo no?, por el gran Quentin Blake.
La editorial lo recomienda a partir de 12 años, yo era bastante más pequeña cuando mi tía me lo prestó y soy mucho más mayor ahora que tanto lo disfruto J. De todos modos, es una buena edad para leerlo.
No lo vais a dejar pasar, ¿no? ¡Es muravilloso y sorprenchocante!
7 comentarios:
¡Éste no lo he leído!!! A apuntarlo se ha dicho, que me tiene que gustar seguro.
Besotes!!!
¡Te va a encantar Margari! Es tan tierno, tan simpático y tan divertido que no te puede dejar indiferente.
Un abrazo muy, muy grande guapa.
Este también me encanta.
Es uno de los que leí de bastante peque y le tengo mucho cariño a la historia =)
Besotes
Qué ternura! De niñoS le llamamos el gigante bonachón, de adultos Frankenstein...
Besos,
Es una historia preciosa, ¿verdad Shorby? A mí me encanta.
Un abrazo guapa.
Curioso paralelismo Carmen, pero sí, en cierto modo así es :)
Un abrazo muy grande guapa.
es vonito y ermoso
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