miércoles, 30 de enero de 2013

Humildes consejos y cavilaciones de una lectora voraz.


¿Por qué es bueno leer?

         Tanto hablar de lecturas, de librerías y bibliotecas, de libros buenos y malos y nunca habíamos tocado este tema, ¿por qué es bueno leer? Es, desde luego, una pregunta interesante.

         Podríamos decir un millón de cosas por las que leer es bueno y recomendable. Cuando leemos aprendemos cosas nuevas, ampliamos el vocabulario, ejercitamos la mente, nos expresamos mejor, escribimos mejor… Tantas cosas, que sería imposible enumerarlas todas.

         Pero yo no quiero hablaros de esas cosas que, aunque sí son muy importantes, en mi opinión no son las que deben impulsarnos a coger un libro.

         Es cierto que todas estas son muy buenas razones, no lo niego, pero, si solo buscamos esto nos encontraremos con una barrera y es que la lectura requiere un esfuerzo y un compromiso y si las ventajas antes citadas no nos motivan lo suficiente acabaremos por cerrar el libro y dedicarnos a algo más fácil.

         Además, si os soy sincera, a mí no me parece que esto sea lo mejor de leer. Hay mil motivos pedagógicos por los cuales os podría animar a hacerlo pero para mí, lo mejor de todo, no tiene nada que ver con ninguno de ellos. Para mí, lo mejor es que me lo paso tan bien leyendo que no se me ocurre mejor razón. Con un libro a mano tengo asegurado un buen plan.

         No necesito salir a ningún lado para divertirme porque desde mi esquinita del sofá ya voy a un millón de sitios pero es que, además, tampoco necesito estar en casa para pasarlo bien leyendo porque puedo sentarme en un banco del parque y disfrutar del sol y de los árboles al mismo tiempo que de las aventuras de mis personajes favoritos.

         Leer me lleva lejos, me ayuda a evadirme si tengo problemas y a descansar de ellos un rato para, así, tratar de resolveros con la mente más clara. Si estoy triste me anima y si estoy contenta lo hace aún más.

         No tengo que pasar toda mi vida pegada a un libro pero en los mejores momentos, vacaciones, viajes, buenas noticias, me acompañan y llenan el ratito de antes de ir a dormir.

         La lectura es una de tantas conversaciones amenas y divertidas de las que disfruto con mis seres queridos. Y además, no tengo que leer sola, lo podemos hacer juntos.

         Leyendo conozco gente, monstruos, sitios bonitos y feos, costumbres de otros lugares, recetas estupendas… Es imposible explicar cuanto, cuanto abarco con un libro en las manos.

         Es muy bueno pensar que leyendo voy a saber qué significan más palabas pero os aseguro que es mucho, mucho mejor la sensación que yo tengo cuando, con mi pijamita puesto, me voy a la cama sabiendo que el día aún no ha terminado, que antes de dormir aún me queda un rato, pequeño o grande, para disfrutar de bonitas historias.

         ¿Y qué me decís de la alegría que da terminar un libro? Alegría y subidón porque lo terminamos (ya que está más que demostrado que leer, además refuerza la autoestima) y un poco de pena porque nos despedimos de quienes ya considerábamos nuestros amigos.

         ¿O de lo genial que es elegir en la librería o en la biblioteca el nuevo ejemplar para llevar a casa? ¿O, sin salir de casa, decidir cuál de todos los libros esperan en la estantería es el ideal para sumergirnos en él?

         Ya veis, la lectura tiene muchísimos beneficios objetivos y científicos pero además, ¡tiene tantos para agrandarnos el alma y llenarnos de buenos sentimientos y sensaciones!

         Por eso, yo recomiendo leer para ejercitar la mente, para escribir mejor, para aumentar el vocabulario y para todas esas razones que dan las revistas pero sobre todo, recomiendo leer porque es, de verdad, muy, muy divertido y divertirnos nos ayuda a crecer de otra manera.

         Y vosotros, ¿por qué recomendáis leer?
         No quiero acabar esta entrada sin daros las gracias por todos vuestros comentarios. Intento responderlos pero estoy teniendo un problemilla con el ordenador. Hay que cambiarle no sé qué y últimamente me resulta casi imposible escribir comentarios, en el mío o en los de otros. Tarda siglos en cargar, no aparecen las letras, cuando llevas medio comentario se vuelve a cargar la página y lo pierdes... muy divertido, vaya. Seguiré intentándolo y procuraré arreglarlo, claro, pero quería que supierais que me encantan todos vuestros comentarios. Muchas gracias, de verdad.

martes, 22 de enero de 2013

El viento en los sauces. Kenneth Grahame.


        Hace poco entré en una librería infantil  de esas que te invitan a quedarte para siempre, llena de libros preciosos y de sorpresas. Me gustó mucho pero, aún así, cuando salí de allí le dije a las personas que venían conmigo (amantes, como yo de la literatura infantil y grandes profesionales) “le falta fondo”. Nos pusimos a pensar, ¿qué quería decir con que le faltaba fondo? Pues eso, faltaban libros que, bajo mi punto de vista (muy humilde, ¿eh?), siempre, siempre, deben estar en una librería de este tipo.

         La conversación y la reflexión nos dieron para pensar que deberíamos hacer una lista de imprescindibles, clásicos y modernos, que no pueden faltar si queremos mostrar a grandes y pequeños la magia de la lectura.


         Estos días ando dándole vueltas a mi lista de imprescindibles y tratando de confeccionarla. No es sencillo, no creáis, hay tanto que no conozco… Pero entre reflexiones y paseos por mis estanterías, me he dado cuenta de que nunca os he hablado de este libro que, para mí, sí es un imprescindible y además, una historia muy especial.

         Mi ejemplar de El viento en los sauces no es de los más bonitos, pero es, sin duda, una de las joyas de mi colección. Me lo regaló Jaime hace algunos años y lo he leído y releído, subrayado y recomendado hasta la saciedad. Para que os hagáis una idea, es uno de los libros a los que recurro cuando estoy triste o preocupada por algo.

         Dicen que Kenneth Grahame inventó esta historia para su hijo Alastair que, el día que cumplía 4 años le propuso a su padre los personajes y que estuvieron disfrutando de sus aventuras hasta bien entrada la noche.

         Cansado de hacer la limpieza de primavera un topo simpático y tímido sale de su madriguera y queda fascinado por el paisaje y los placeres de la tranquila vida de la orilla del río. Pero no tiene ni idea de todo lo que esta le puede ofrecer. Por suerte, en su paseo conoce a una rata de río vivaracha y alegre que se encargará de demostrarle lo estupendo y divertido que es vivir allí.

         Básicamente, así podríamos resumir, a grandes rasgos, este librito sencillo y agradable pero tiene mucho más porque, al lado de la orilla del río está el bosque salvaje donde vive el tejón y un poquito más allá encontramos la mansión del sapo, personaje estrafalario y caprichoso que se encargará de llenar de acción todas sus apariciones.

         El viento en los sauces es una historia que alaba las cosas sencillas pero que no olvida que en la vida hay mucho más, que recomienda que nos portemos correctamente, pero que trata con humor las travesuras del sapo porque, al fin y al cabo, de todo tiene que haber y aunque hay que aprender de los errores tampoco hay necesidad de poner el grito en el cielo por todo.

         El autor combina para nosotros ratos de tranquilidad, paseos y charlas con aventuras locas y peligrosas, todo ello en un paisaje típicamente inglés, con personajes de modales típicamente ingleses y humor y reflexiones típicamente inglesas, ya veis, un libro muy inglés que nos permite viajar lejos y descansar de la rutina montando en barca con Topo y Rata o en automóvil con el inconsciente Sapo.

         ¿Es un libro para niños? Las aventuras y lo que en él se cuenta sin duda los son, ahora bien, como tantos otros clásicos imprescindibles, el lenguaje, el tono, el ritmo, etc., no son de esta época. Hoy la vida rueda más deprisa y cabe la posibilidad de que nuestros niños se aburran al leerlo. Por eso, aunque está muy bien escrito y leerlo resulta muy agradable debemos entender que no todo el mundo lo va a apreciar ni va a disfrutar entre sus letras.

         Mi consejo es que, independientemente de que el niño se anime a leerlo o no (yo creo que a partir de 10 o 12 años), juguemos con el cuento, se lo relatemos, le hablemos de los personajes y sus aventuras, lo comentemos con ellos. Hay ediciones muy bonitas de este libro y vale la pena que los peques lo conozcan. Que no nos asuste que los libros escritos en el siglo pasado tengan un lenguaje más denso y un desarrollo más pausado y que esto no nos impida disfrutar de historias bonitas y divertidas como es esta.

         Y vosotros, ¿qué libros consideráis imprescindibles en una biblioteca infantil?

 

miércoles, 16 de enero de 2013

El despertar. Silvia G. Guirado / Marta García Pérez.


           A veces entre miles de palabras, frases, dibujos y lecturas, encuentras autores que, por una u otra razón son especiales y llegan a ti en el momento justo, cuando más necesitas sus letras y cuando más tienen que contarte.

            Eso me pasa a mí con Silvia G. Guirado. Ya os conté que Carmesina, su protagonista estrella y Matilda se hicieron amigas en las redes sociales y desde entonces se pasan el día cotorreando, compartiendo tés y opinando sobre nosotras (aunque ellas creen que de esto no nos hemos dado cuenta).


            Mientras, Silvia y yo también nos hemos ido acercando y ahora compartimos proyectos, ilusiones, pasión por las lanas, recetas de magdalenas… Tuve la suerte de conocerla en persona cuando viaje a Barcelona y la sensación de que aún nos queda mucho por contarnos.

            De este viaje me traje un regalo especial, su último libro (por supuesto, con dedicatoria chachi), El despertar, en el que cambiamos de protagonistas y conocemos más de cerca a dos personajes que se acercaron a nosotros en Los colores olvidados y La inspiración dormida pero tímidamente. Esta vez vamos a saber mucho más sobre ellas y si ya las primeras veces nos parecieron grandes (a pesar del tamaño de una de ellas) ahora nos van a demostrar hasta qué punto lo son.


            Bella y Griselda viven en el mundo de los cuentos y ambas tienen ya muy organizada su historia, un príncipe azul para cada una, una vida de castillos, pajaritos, vestidos preciosos y zapatitos de tacón tremendamente incómodos, un carácter dulce, sumiso y comprensivo y aspiraciones de ser bellas y dichosas y comer perdices pos siempre jamás, ¿o no? En teoría esto es lo que su escritor ha pensado para ellas pero ninguna de las dos tiene un carácter sumiso y desde luego, sus aspiraciones no pasan por ser bellas  y dichosas sino por ser ellas mismas, con lo bueno y lo malo de cada una y vivir su vida como mejor les parezca, aunque a veces esta no sea feliz, feliz, sino real y con ratitos de todos los colores. Sobre los príncipes, uf, su idea de lo que debe ser un compañero no tiene nada que ver con los príncipes azules…

            En fin, que estas princesas no tienen ninguna gana de seguir en su cuento y valientes y decididas como son, optan venir al mundo real para conocer qué hay más allá de los cuentos y buscar su lugar.


            Como es natural, Mundo Real no es exactamente como pensaban y ellas tendrán que caminar mucho y por caminos mucho menos bonitos de lo que esperaban para ir encontrando lo que venían a buscar, ¿conseguirán no desanimarse?

            Evidentemente este no es un libro de princesas clásico, las moralejas de los hermanos Grimm esta vez quedan un poco lejos y el mensaje  del cuento es diferente pero, como entonces, muy importante.

            Bella y Griselda podríamos ser cualquiera, personas que parecen valientes y decididas todo el tiempo pero que están llenas de dudas por resolver, o tal vez, personas tímidas, que parece que se asustan si no tienen quien les de la mano pero que, a la hora de la verdad son muy capaces de cualquier cosa y que son imprescindibles y fundamentales en su silencio. Gente como vosotros y como yo, con ilusiones y miedos, con ganas de comerse el mundo y de esconderse a veces, llenos de risas y lágrimas… ¿no tenemos todos un poquito de cada? Yo creo que sí y la búsqueda de estas dos princesas no es otra que la de todos y cada uno de nosotros, la que empezamos todos los días cuando nos levantamos, cada semana, al descubrir que es lunes, al comenzar o terminar periodos y etapas. La búsqueda por conseguir que nuestra vida se parezca a lo que nos gustaría, por ser mejores, por crecer… Y una búsqueda que no esconde que hay días peores y mejores y que nosotros unas veces tenemos más fuerza, más ganas y más risas y otras más lágrimas y ninguna gana.


            Por eso me ha gustado muchísimo este libro porque, en una época en la que muchos esconden la cabeza, otros se sienten perdidos y una gran mayoría se deja llevar, Bella y Griselda me han recordado que aún queda gente dispuesta a buscar la felicidad y que esta no tiene que ver más que con nosotros mismos.

            A medida que he ido leyendo los libros de Silvia he podido apreciar su crecimiento como escritora y si siempre ha tenido una luz especial (o por lo menos a mí me lo parece) a la hora de contar historias, esta vez me ha resultado aún más cercana. En este cuento ella, como sus personajes, ha crecido y ha hablado aún más claro, con un lenguaje accesible, con diálogos frescos y simpáticos, entrelazando acción y momentos profundos y haciendo que necesitemos saber cómo van evolucionando nuestras princesas.


            Todo esto, acompañado y complementado con los preciosos dibujos de Marta García Pérez que llena de color el ambiente y nos muestra con más claridad aún si cabe la ternura, la decisión, la valentía o los miedos y las penas de estas dos protagonistas especiales.

            Este es un libro ideal para regalar y mostrar a adolescentes porque, si todos vivimos en constante búsqueda son ellos los que aún conservan esa sensibilidad diferente para entender y cuestionar la vida más allá de lo que se ve a simple vista.


            Por si quedaban dudas, este es uno de esos libros que, si se lee con la mente abierta nos va a contar mucho más y que nos recuerda que, con lo bueno y lo malo, la vida es una aventura estupenda.

            A mí no me queda más que recomendároslo muy mucho y agradecerles a Silvia y a Marta el regalo que ha sido leerlo.

miércoles, 2 de enero de 2013

Humildes consejos y cavilaciones de una lectora voraz.


Leer para disfrutar.
 
       Antes que nada, ¡feliz año nuevo! Os deseo a todos lo mejor para este 2013 que empezamos y como siempre, muchas gracias por estar con nosotras al empezar a pasear por el nuevo calendario. Sé que últimamente he respondido pocos comentarios y he visitado pocos blogs (bueno, los he visitado pero no he comentado) y debo pediros perdón por ello. El final del año ha sido agotador pero, después de Reyes, volveremos con las pilas cargadas y trataremos de estar más presentes en todos lados. Esta es una entrada programada porque pensé que sería bueno desconectar un poquito.
 
         Hace tiempo que le doy vueltas a un asunto y me gustaría comentarlo con vosotros.

         Hemos hablado muchas veces del carácter lúdico de la lectura, de lo importante que es que los niños descubran esto y de lo difícil, por no decir imposible, que sería llegar a apreciarla sin este factor.

         Lo hemos comentado tanto que me da miedo parecer pesada pero sospecho que no ha quedado muy claro porque aún me encuentro, en ocasiones, defendiendo esto a capa y espada frente a adultos que hablan de su carácter didáctico, que buscan libros “que enseñen” y que dejan en las estanterías preciosas historias que “son una tontería” o “no aportan nada”. Sospecho que a esos adultos nadie les descubrió lo divertido que es leer.



         Hace unos días pensaba en la cantidad de retos literarios que podemos encontrar en la blogosfera, para leer determinados autores, sagas completas, libros de un género en concreto… la mayoría son realmente atractivos. A nivel personal, yo me apunto a muy pocos y os voy a explicar por qué.

         Estos retos son divertidos, forman parte de ese juego maravilloso que es leer y la gente que se apunta a ellos disfruta enormemente. En mi caso, la mitad, si no más, de los libros que leo a lo largo de un año forman parte de mi trabajo o llegan a mí como material de estudio. Algunos los disfruto como la que más, otros se me hacen más pesados, pero, en general, soy afortunada porque trabajo haciendo algo que me apasiona.

         La otra mitad son libros que voy eligiendo con cuidado, que a veces me desilusionan y otras me encantan pero que, sobre todo, me ayudan a no olvidar por qué me dedico a los libros y la literatura. Los que elijo yo solita, lo que me regalan sabiendo que me van a gustar, los que leo solo para disfrutar (aunque ya sabéis que la lectura siempre aporta mucho más), esos, son los que me demuestran la importancia de lo que hago  los que me empujan a seguir. También los que me animan a leer algunos un poco más pesados para saber más.



         Si este último grupo lo lleno de retos dejo muy poco espacio para los libros que llegan porque en ese momento me apetecen, porque los he encontrado en una estantería mirándome o porque son justo el que necesito. Ya veis, me apunto a pocos retos y casi siempre llego a cumplir por los pelos (aunque reconozco que, deprisa y corriendo, suelo disfrutar mucho de esas lecturas que me auto impuse en su momento).

         ¿Por qué os cuento esto? Fácil, para explicaros que yo, que trabajo con libros, he descubierto con el tiempo que debo dejar un espacio para la lectura sin imposiciones, la que llega solo para entretener y regalar buenos ratos.

         Yo, que ya soy lectora empedernida y experimentada, digamos que todo terreno, soy consciente de la importancia de leer para divertirme. ¿No os parece que, entonces, un niño, que da sus primeros pasos en esta aventura, necesitará mucho más y con mayor motivo descubrir esta faceta de los libros? Para que un niño sea un adulto capaz de leer de todo, antes tiene que sentir que leer es fácil, que las letras ruedan solas hasta nosotros y que nos hacen pasa ratos fantásticos.

         Hay libros de todo tipo, con formas, tamaños y colores para todo el mundo pero, si no descubrimos lo mejor de ellos, su capacidad para llevarnos lejos, hacernos reír o llorar, tenernos horas pegados a ellos, buscar ratitos para seguir leyendo porque queremos saber más… Si no sentimos todo eso y las cosquillas de los momentos intensos de cada lectura nunca podremos llegar a libros difíciles que solo enseñen ni seremos capaces de aprovechar tooooodo lo que nos ofrecen.


         Los humildes consejos de hoy son para que, ahora que Sus Majestades de Oriente están llenando los sacos para cargar en los camellos, les demos ideas para que traigan libros divertidos, que hagan volar, que llenen el corazón, aunque creamos que “son una tontería”. Un libro siempre tiene mucho que aportar pero lo más importante, el medio para llegar a todo lo demás, es la diversión, la ilusión, la risa, el sentimiento…

         Prioricemos el carácter lúdico y afectivo de la lectura. De verdad, si lo hacemos, todo lo demás llegará solo.
 
         Y no me queda más que desearos una noche de Reyes mágica y que Sus Majestades traigan, a lomos de los camellos, sobre todo energía, ganas, fuerza y sonrisas ;)
 

 

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