miércoles, 31 de octubre de 2012

Esqueleto ladrón. Pablo Albo / Lucía Serrano.


     Esta es la noche del miedo, la de los fantasmas, las brujas y los vampiros. La noche en que se abre la puerta del mundo entre vivos y muertos y algunos de los habitantes de aquel lado vienen a visitarnos.

     Ya sabéis que yo soy miedosa y que, aunque me gustan estas cosas, no se me ocurrirá ver una película de terror cuando todo esté oscuro ni leer ninguna historia de fantasmas excesivamente seria, tal vez vea una peli de monstruos simpáticos, eso sí, con palomitas, mantita y mis lanas. En fin, por no olvidarnos de las visitas que ya se están preparando para cruzar la puerta.



     Como yo soy así siempre me sorprende y me hace gracia cuando algún niño me comenta que los libros de miedo para ellos no son de miedo de verdad y que no asustan nada. Seguramente tengan razón, por eso yo este año he buscado un libro que dé miedo de verdad y que sea bastante terrorífico. No sé si lo he conseguido pero la verdad es que me ha parecido que Esqueleto ladrón reunía bastantes cualidades para serlo.

     Por un lado, un niño que no puede dormir porque escucha ruidos extraños en su casa, por el otro, un esqueleto que tiene frío y que necesita cubrirse con la carne de otra persona... No os quiero contar más para no estropearlo pero dejadme que os diga que el final es absolutamente inquietante.



     Me ha gustado este libro porque mezcla el humor y el terror, tanto por su contenido como por su formato e ilustraciones, en tonos oscuros, con un toque de verde y con ilustraciones entre simpáticas y aterradoras, la historia que nos narra es de esas que podrían ponernos los pelos de punta pero que, por cómo está tratada, quita algo de hierro al asunto. Nos asusta, sí, pero con calma. Supongo que eso se debe a que no encontramos un esqueleto malo malísimo y a que, en cierta forma, entendemos su comportamiento.

     En cualquier caso, es un libro para niños valientes, que hoy tengan ganas de pasar aunque sea, un poquito de miedo.



     Y como todos andaréis muy liados, entre disfraces, calabazas, huesitos de santo y castañas, a nosotros no nos queda más que desearos un feliz puente y una noche todo lo terrorífica que cada uno quiera.


martes, 30 de octubre de 2012

Humildes consejos y cavilaciones de una lectora voraz.


Lecturas fáciles y lecturas difíciles.

      El otro día llegó a casa un libro tremendamente gordo que me enviaba una editorial. Yo aún tenía que leer, antes de poder empezar ese, la primera parte que es igual de tremendamente gorda. Además, mi lista de pendientes de aquí a Navidad crece a pasos agigantados y rodeada de libros que me miraban expectantes comente: “si son fáciles de leer en una semana los he terminado”.

     Jaime, Byron y Hermione me miraron como si estuviera loca y Jaime, que es el único que sabe hablar (que no comunicarse, eso lo hacen muy bien los tres) me dijo: “¿Qué es un libro fácil? Y ¿cómo vas a leer esto en una semana? ¿Qué tiene que ver que sea fácil?”. En ese momento me expliqué regular pero me quedé pensando en el tema y por eso esta es la humilde cavilación del mes.

      Siempre me ha parecido revelador y curioso que haya libros de 1000 páginas que se lean en un suspiro y que, sin embargo, otros que apenas llegan a las 100, se eternicen en la mesita de noche. A veces ocurre, simplemente, porque el de 100 no nos engancha y no lo leemos casi nunca pero otras parece que no tiene sentido ya que sí lo estamos leyendo y nos está gustando. ¿No os pasa nunca?



      Bueno, pues una de las razones por las que, a veces, avanzamos como las balas y otras cada página dura media hora es por el hecho de que hay libros fáciles de leer y libros difíciles de leer. Y me diréis que todos están llenos de palabras y que la palabras se leen todas igual y una detrás de otra, ¿no? ¡Pues no! Las palabras no se leen todas igual y nosotros, en general, no las leemos una detrás de otra; en lineas generales, leemos un conjunto y de ahí sacamos la idea. Por eso es más fácil si el conjunto deja ver claramente la idea que quiere transmitir. Por ejemplo, los diálogos se leen con más facilidad que las descripciones.
Que un libro sea fácil o difícil de leer no quiere decir que sea mejor o peor. A veces, sí va unido a un lenguaje más elaborado, en el caso de los difíciles, por ejemplo, pero no siempre y no debemos hacer esa asociación de ideas de manera automática. Por otro lado, tampoco deben darnos miedo los libros difíciles ya que, si les damos su tiempo y su espacio, seguramente nos contaran historias maravillosas.

      Un libro con diálogos, con pocas descripciones, etc., suele resultarnos más fácil de leer porque nos descubre el mensaje de un solo golpe visual y por lo tanto, nos facilita la lectura y además, nos da la opción de pasar por alto estrofas sin perder información. De ahí que 500 páginas se nos escapen entre los dedos en poco tiempo haciéndonos disfrutar de la aventura y sin que, en ningún momento, el libro se nos haga pesado.



      Estos libros además, suelen ser ligeros y llenos de acción y por supuesto, intrigantes. Nos enganchan desde el primer momento y como queremos saber más y la lectura nos ofrece información continuamente, sin que tengamos que detenernos en párrafos que la frenen avanzamos de manera trepidante y no podemos soltar el libro, ¿os suena?

      Eso es para mí un libro fácil de leer. No es mejor ni peor, no me gusta más ni menos que el difícil, cada uno tiene su encanto porque, con este último, disfrutaré de cada palabra y de la tranquilidad de leer paso a paso, descubriré imágenes evocadoras, juegos de palabras y el placer de que un libro me guste por lo que me cuenta y por cómo me lo cuenta. Para mí, insisto, cada uno tiene su magia.

      Pero me gusta hacer esta distinción porque también, cada uno, tiene su momento y porque, cuando un libro es gordo regordo y pesa en la mano, no debemos asustarnos. Si es de los fáciles de leer será seguramente, una lectura corta y emocionante y si es de los difíciles y es su momento, nos regalará experiencias enriquecedoras y tremendamente bellas.



      Una de mis batallas perdidas, aún, en el fomento de la lectura es la de conseguir que los lectores, grande y pequeños, no le tengan miedo a los libros gruesos, por eso hoy os explico esta diferencia que, para mí es muy importante. Es cierto que los libros con muchas páginas imponen pero, a veces, un librito mucho más fino puede ser aún más complicado de leer porque si es un libro de lo difíciles, necesitará más tiempo y otro estado de ánimo.

      ¿Estáis de acuerdo conmigo? ¿Pensáis que hay libros fáciles y difíciles? ¡Contadme! Estoy segura de que no soy la única loca que tiene esta sensación.

martes, 23 de octubre de 2012

Los trucos de las fracciones. Anna Cerasoli.


     Nunca se me dieron bien las matemáticas, es más, soy un desastre tremendo en cuanto a números se refiere y hasta para calcular los puntos de las labores echo mano de la calculadora de vez en cuando.

     Con este percal, os imaginaréis que en el cole esta asignatura me dio más de un disgusto y que me costó una barbaridad aprobar y llegar por fin a 3º de BUP (sí, yo soy de la vieja escuela) donde pude olvidarme de ellas y cambiarlas por el latín, el griego y la literatura.


     Creo que las personas que son hábiles en esta materia no pueden, de ninguna manera, entender por qué son tan complicadas para la gran mayoría. Y es que en matemáticas, las cosas son como son y las ves o no las ves, es así de sencillo. Pero cuando no las ves, te sientes totalmente perdido e incapaz de seguir camino alguno. La matemáticas no se pueden aprender de memoria y no pueden convertirse en cuento, como la historia.

     O eso pensaba yo, que, a pesar de mis años de librera, nunca había encontrado un libro que fuera capaz de hacer las pobres y odiadas matemáticas un poco más amenas (reconozco que tampoco lo busqué mucho).

     Cuando Maeva, muy amablemente, me ofreció este libro, no pude resistirme, ¿había conseguido alguien que la asignatura más temida de todos los cursos fuera divertida? Eso no podía perdérmelo.



     Y efectivamente, aunque las matemáticas, como tantas otras cosas, se aman o se odian, Ann Cerasoli ha sido capaz de darles una cara más amable y de hacerlas un poco más cercanas y asequibles.

     Por lo visto, a esta autora, lo números también le hicieron sufrir siendo niña y quería evitarles a otros niños la experiencia aterradora de salir a la pizarra sin tener ni idea de lo que se estaba hablando.

     Ha escrito varios libros con esta temática y en ellos aborda distintos aspectos de la materia. En este caso concreto, nos habla de las fracciones, simpáticas, para qué negarlo y a la vez bastante desconcertantes porque, ¿qué es más, 4/5 o 5/6? O ¿cómo puede una fracción ser falsa?

     Estos y otros mucho asuntos son tratados en el libro de manera clara y amena, entre aventuras, cumpleaños, bicicletas, humor, algún que otro misterio y reveladores dibujos que dejan muy poco espacio para las dudas.



     Estoy segura de que si a un niño al que no le gustan las matemáticas le dan a elegir entre un libro de Gerónimo Stilton y uno de fracciones, evidentemente, el ratoncito va a salir ganando pero si a la hora de estudiar y hacer los ejercicios de esta materia le ponemos a su lado este libro naranja y complementamos con él las páginas del libro de texto, el resultado va a ser una tarde de estudio mucho más divertida y una mejor comprensión del tema.

     Es cierto, Ann Cerasoli no puede hacer magia y las matemáticas son lo que son, pero sí ha conseguido mostrar una cara mucho más amable de las mismas y quitarles ese vestido serio y aburrido que muchos profesores se empeñan en ponerles.

     Yo lo he pasado bien leyendo Los trucos de las fracciones y como hacía mucho que no me encontraba con este tema, además, he aprendido cosillas. Le agradezco a la editorial que me lo enviara y que, encima, lo hiciera tan rápidamente, llegó justo cuando acababa el libro anterior ;)

     ¿Qué decís? ¿Os animáis a perderle el miedos a las matemáticas?

martes, 9 de octubre de 2012

Freddy el detective. Walter R. Brooks.


    Hoy os traigo un libro y un protagonista poco conocidos en España pero, sin embargo, muy queridos en América, donde ambos nacieron.

    Walter R. Brooks es uno de esos autores de principios del S.XX que se molestaron en escribir historias para niños y lo hicieron tratándoles como lo que eran, lectores inteligentes, con mucho que aprender, vivir y disfrutar. Por eso las aventuras de Freddy, a pesar de los años, están llenas de frescura e ironía.

    En el libro en el que yo he descubierto a este cerdito encantador (y un poco presuntuoso) y a sus amigos, ya habían vivido muchas aventuras interesantes que se mencionan y que me hacen pensar que voy a tener que rebuscar en librerías y bibliotecas para conocerlas, pero no por ello, las que se narran aquí son menos interesantes o divertidas.



    Freddy vive en la granja del señor y la señora Bean, es un cerdo muy listo y avispado y ha decidido aprovechar esas cualidades para convertirse en detective. No en vano, se ha leído todos los casos del gran Sherlock Holmes y ha aprendido muchos de sus trucos y métodos. Por suerte, además, Freddy es querido y respetado por todos los animales de la granja así que pronto tendrá mil y un casos que resolver.

    A veces, cuando un libro me parece bueno, no sé cómo hablaros de él para explicaros por qué me ha parecido tan genial. Soy consciente de que, con mis 33 años recién cumplidos, no puedo leer los libros como un niño de 8, o por lo menos, no exactamente igual. Pero sí puedo recordar mis lecturas y también observar lo que les gusta a los niños que tengo a mi alrededor. Y con estos datos, algunos otros y un poquito de intuición, procuro enfrentarme a los libros infantiles y juveniles que tengo la suerte de descubrir.

    Es este caso, estoy completamente segura de que yo me lo habría pasado pipa si llego a conocer a Freddy cuando era pequeña. Es más, sé que también mi hermana pequeña, Blanca, lo habría disfrutado tremendamente. Como lo rescaté hace poco de la estantería, no conozco a muchos niños que lo hayan leído, pero creo que es una historia estupenda por muchas razones.



    Además de ser divertida y ocurrente, está bien ambientada. Nos resulta fácil pasear por la granja de los señores Bean, entrar en el establo y hacernos una idea de cómo es la vida allí. Esto hace el libro acogedor, ¿a quién no le gusta pasear por el campo?

    Otra de las cosas que me ha gustado es que, aunque tenemos un caso un poco más importante, a lo largo del relato se suceden pequeños misterios que se resuelven con relativa facilidad y que hacen que el libro no se haga pesado.

    Por otro lado, Brooks no necesitaba preocuparse, como sucede hoy en día, por lo políticamente incorrecto, algo que hace el texto mucho más auténtico (y por supuesto, no falta al respeto a nada ni a nadie y la leve crítica social que los adultos podemos ver no es, en absoluto, malintencionada u ofensiva, no me entandáis mal). Este autor escribió en una época muy distinta a la nuestra, en la que las preocupaciones eran otras y eso se plasma en el relato al que podemos mirar desde distintas perspectivas pero que, en general, nos muestra las aventuras de un grupo de animales simpáticos y entrañables.
Freddy es un protagonista con mucha chispa. Listo y a la vez despistado, amigo de sus amigos, lleno de ideas y buenas intenciones y ferviente defensor de la justicia, consigue que el lector confié plenamente en su capacidad para resolver los problemas y siga con mucho interés todos sus movimientos.



    Ya sabéis que creo que un buen libro infantil debe tener humor escondido en sus páginas. Sin duda, en este caso, no falta y si yo he sonreído con mucha frecuencia, sospecho que, de haber sido más pequeña, habría reído, directamente.

    Finalmente, el lenguaje que se utiliza durante toda la historia es sencillo, el ritmo bastante ágil y los diálogos están muy presentes en toda la obra, algo que, sin duda, los pequeños lectores agradecen. Del mismo modo, los capítulos son cortos, permitiendo que los pequeños lectores no se cansen en exceso a la hora de leer.

    ¿Por qué os cuento todo esto? Porque creo que, aunque lo normal es recomendarlo a partir de 8 años, muchos niños más pequeños disfrutarían mucho con él si los adultos quisieran acompañarles en la lectura.



    Este libro conserva la estructura y el encanto de los clásicos en mucho aspectos y a nivel formal tiene muchas de las características propias de la literatura infantil pero es un poco grueso y creo que eso puede ser un motivo para hacer que, si lo vemos en la librería, no nos animemos a llevarlo a casa.

    Pienso que, Freddy y sus amigos se merecen una oportunidad y también que este es uno de esos libros con los que grandes y chicos pueden disfrutar. Yo, por lo menos, lo incluiría dentro de los que mis padres nos leían en voz alta a los cuatro y con los que todos nos reíamos y lo pasábamos bien.

miércoles, 3 de octubre de 2012

¡Me como esa coma! José Antonio Millán / Emilio Urberuaga.



     “Se cuenta que un rey tenía que firmar una sentencia de muerte, el condenado había pedido que le perdonaran, pero la sentencia decía: “Perdón imposible, que cumpla su condena”. En el momento de la firma, el rey se sintió magnánimo y quiso salvar al condenado. Entonces cambió de lugar la coma: “Perdón, imposible que cumpla su condena”.




      Me parece que, con esta introducción, poco me queda que decir a mí. Hablamos siempre de la importancia de escribir correctamente y nos quejamos porque, hoy en día, cada vez encontramos más textos en los que los signos de puntuación, la acentuación, las diferencias de b y v, etc., se ningunean y se olvidan. Pues bien, aquí tenemos un libro estupendo, pero muy, muy estupendo, para ayudar a los niños en estos menesteres.

Perdón imposible, que cumpla su condena.


      Recuerdo que, cuando era pequeña, siempre me hacían mucha gracia los ejemplos que ponían los profesores para explicar la coma. Por eso, cuando descubrí un álbum ilustrado lleno de ejemplos de este tipo me pareció que no podía dejarlo pasar y por supuesto, hace tiempo que descansa en mi estantería (aunque sale muy a menudo porque me encanta).

    Un montón de frases ingeniosas y casos simpáticos acompañados de las inconfundibles ilustraciones de Emilio Urberuaga (conocéis a Manolito Gafotas, ¿no?) dan como resultado un libro muy divertido y agradable que enseña mucho, hace reír y está lleno de colores.

Perdón, imposible que cumpla su condena.

     Creo que enseñar a nuestros niños a escribir correctamente y a saber expresarse es un regalo que les hacemos para el futuro, ¿qué mejor manera de empezar a entregar ese regalo que con otro regalo en forma de cuento? Si no lo conocéis echadle un vistazo, seguro que os gusta.